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García y Adell

Deportes y juegos tradicionales

Exploradores, batallones infantiles y boy-scouts

Exploradores, batallones infantiles y boy-scouts

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses”, suplemento del Diario del Altoaragón, Domingo, 12 de abril de 1998

José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

    En la guerra angloboer (1899-1900), el coronel sir Robert Baden-Powell, para defender la plaza de Mafeking, organizó a los muchachos de la ciudad, formándoles en un cuerpo disciplinado para servir en las líneas de exploración, en sustitución de los cadetes.

    El resultado de la experiencia fue excelente. Baden-Powell ya había instruido unos años antes a la tropa en tiempos de paz, dando clases de exploración y de maniobras de campaña.

    En 1907 Baden-Powell organizó en Brownsea un campo de ejercicios para jóvenes que se educaban para exploradores; la instrucción se basaba en los procedimientos que había seguido para instruir a los soldados, e inspirándose en los procedimientos de los zulús y otras tribus africanas. Estos sistemas eran un reflejo de las doctrinas sociales de Epicteto y una reminiscencia de los métodos espartanos y de los empleados por los antiguos sajones para la formación de los muchachos.

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La época romántica del ajedrez

La época romántica del ajedrez

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en el suplemento “Domingo” del Diario del Altoaragón. Domingo 28 de febrero de 1999

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ 

    En el siglo pasado los aficionados aragoneses al ajedrez adquirieron tratados y revistas para profundizar en el juego teóricamente. El rector de la Universidad cesaraugustana, don Jerónimo Borau y Clemente, contribuyó al despertar de este juego prologando un librito titulado “Ajedrez”, la traducción que del poema latino de J. Vida hizo Gallifa.

    Algunos destacados ajedrecistas de aquella época fueron Lacruz, el general de Benito, los doctores Vidal y Mondría, Ballarín y Angulo, entre otros. Estos aficionados dieron paso a la generación del sabio histólogo don Santiago Ramón y Cajal. Con el Nóbel midieron sus conocimientos sobre el juego los doctores Bruno Solano y Zoel García Galdeano.

    También destacaron en el ajedrez otros jugadores contemporáneos de Ramón y Cajal: Pío Cerrada Martín, César Ballarín Lizárraga, Pérez Carrasco y sobre todo los hermanos Emilio y Manuel Ballesteros, que en el torneo de Madrid de 1902 obtuvieron uno de los primeros lugares del torneo.

El ajedrez a comienzos de siglo

    José Blasco (1), siguiendo el hilo narrativo de tres autoridades en la materia, José Juncosa Molíns, Luís Mundi Saumell y el doctor Ramón Rey Ardid, dividía la historia del ajedrez zaragozano, en el periodo comprendido entre 1900 y 1950, en cuatro etapas:

    I. Romántica o heroica (1900-1920).

    II. La invasión de la teoría.

    III. Organización (1924-1942).

    IV. Época actual (a partir de 1942).

    Seguiremos los datos aportados por Blasco Ijazo para completar anteriores artículos sobre el tema.

    En la primera etapa la práctica del juego se concentraba en el Casino de Zaragoza o en los tradicionales cafés de la Iberia, Suizo, Matossi, Universo y Europa. Muchos aficionados, sin haber leído ningún tratado sobre ajedrez, alcanzaron notable pericia. No se celebraban campeonatos, pero se mantenía la motivación, el entusiasmo y la rivalidad con frecuentes desafíos amistosos.

    En estos centros recreativos se reunían estrategas del ajedrez, como Pérez de Ciria, marqués de Villafranca, conde de Sobradiel, conde de Gabarda, Joaquín Valenzuela Urzáiz, Piñol, Urioste, Segundo López, Ballesteros, Santiago Mínguez, Wladimiro Mundi, Gasque, Dionisio Lasuén, Román Vivente, Zoel García de Galdeano, Rodríguez Lasala y Antonio de Pedro, entre otros.

    La visita a Zaragoza de afamados maestros del ajedrez proporcionó el impulso necesario para mejorar su organización. El maestro Albín llegó a Zaragoza en 1910 para jugar una sesión de simultáneas en el Casino de Zaragoza. Al poco tiempo, en 1911, Rodríguez Lasala propuso la organización de un torneo social de esta entidad, el primer torneo jugado en la ciudad. El primer puesto lo obtuvo José Juncosa, seguido de Salvador Piñol, Jacinto Rodríguez Lasala y el doctor Lahoz.

    En estos primeros años del siglo residía en Zaragoza el alemán Pits-chell, un brillante ajedrecista que en su país se había enfrentado al campeón mundial Anderssen (1851-1858 y 1866). Pits-chell, con su experiencia, proporcionó sus conocimientos a los ajedrecistas zaragozanos y adoptaron las normas que debían regir las competiciones.

La “Apertura Zaragozana”

    El más entusiasta de los ajedrecistas aragoneses, José Juncosa, marchó a Barcelona, donde residía el campeón de España, tomando contacto con él y con los mejores ajedrecistas locales. Después se fue a París y, aunque el ambiente parisino resultaba poco propicio para prosperar en ajedrez, de allí trajo la modalidad de “Apertura Zaragozana”, divulgada por todo el mundillo ajedrecístico.

    La sapiencia de José Juncosa adquirida en sus viajes por el extranjero dio al ajedrez un matiz más intelectual. Según Blasco Ijazo, Juncosa difundió entre numerosos entusiastas la afición a estudiar libros de “aperturas” y de “finales” y a realizar un análisis sobre partidas de grandes jugadores.

    El regreso de Juncosa marca el inicio de la segunda etapa; a su llegada, Antonio de Pedro patrocinó en junio de 1918 un “match” Golmayo-Juncosa en el Casino de Zaragoza. Entre los triunfos obtenidos por el capitán de caballería Celso Golmayo de la Torriente, destacaba el haberse proclamado vencedor del campeonato del “Club de Ajedrez” de La Habana, sociedad fundada años atrás por su padre en unión de Martínez Carvajal.

    El desafío, programado a diez partidas, con la condición de hacer quince jugadas por hora, como mínimo, dio vencedor a Golmayo. Este sería el inicio en la programación de torneos y campeonatos. También aparecieron nuevos grupos ajedrecistas; a comienzos de 1920 surgía en “Club o Grupo Ajedrecista”, con Jacinto Rodríguez Lasala, de presidente efectivo, y Zoel García de Galdeano nombrado presidente honorario. Su existencia fue de corta duración, pero intensa; con el “Grupo Ajedrecista” tuvieron relación los mejores jugadores de España y la práctica totalidad de los más destacados de Aragón: Jaime Balet, Ceferino García, Joaquín Gasque, Manuel Golmayo, Julián Jacobo, Jesús Juncosa, Carlos Lahoz, Abel López, Manuel Mairal, Luís Martínez, Santiago Mínguez, Luís Mundi, Antonio de Pedro, Salvador Piñol, Ramón Rey, Carlos R. Lafora, Jacinto Rodríguez...

    Durante este periodo tuvieron especial importancia las “Peñas Ajedrecistas” del Centro Mercantil, Industrial y Agrícola de Zaragoza y la del Principal.

La Agrupación Artística Aragonesa

    Con la Sección de Ajedrez de la “Agrupación Artística Aragonesa” comienza la etapa organizativa. Al poco tiempo de su aparición en 1923, una gran polémica enfrentaría a José Juncosa, campeón de Aragón, con la Agrupación Artística, por la convocatoria del Campeonato de Aragón.

     En esta Sección de Ajedrez, bajo la dirección de Manuel Alvar y Luís Mundi, se forjaron ajedrecistas de la talla de Rey Ardid, Fernández Avellán, Estella, Cisneros, Martínez Mocete, Domínguez, Gil, Romero Ríos, Salvo, Luís Mimbela, etcétera. La “Agrupación Artística” comenzó a organizar campeonatos anuales para las tres categorías, invitando a participar en sus partidas a grandes maestros internacionales.

    Las actividades de la “Agrupación Artística Aragonesa” se extendieron fuera de Zaragoza; a finales de marzo de 1925 participaron en un torneo de ajedrez celebrado en el Círculo Oscense. En la “partida ciega” jugó Rey con Manuel Mairal, Arturo Franco, Luís Lalaguna, González Conde, Estella, Ricardo Ejarque, José Arregui, Martínez y José Bonet. Rey quedó tablas con Manuel Mairal y con José Bonet, fue vencido por Arturo Franco y ganó a los demás contrincantes.

    A primeros de año de 1927 se constituía la anhelada Federación Española de Ajedrez, después de que durante años los ajedrecistas aragoneses trabajaran inútilmente por su creación.

    El mayor éxito del ajedrez aragonés se obtuvo en 1930, cuando Ramón Rey Ardid alcanzó en título de Campeón de España, título que ostentó ininterrumpidamente hasta 1943.

    Rey Ardid también tomó parte en el torneo celebrado en Hasting (Inglaterra), en 1935, con categoría de maestro internacional.

     La retirada de Rey Ardid en 1943 supuso un duro golpe al ajedrez aragonés, languideciendo en sus actividades a pesar del entusiasmo de los directivos. 

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) BLASCO IJAZO, José: “Una historia por hacer. El juego del Ajedrez (II y último)”, en El Noticiero, 18 de septiembre de 1955.

El ajedrez en 1921

El ajedrez en 1921

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón. Domingo, 3 de noviembre de 1996

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ 

    La huelga de tipógrafos, que se alargó durante buena parte del último trimestre de 1920, nos impide conocer con detalle las actuaciones ajedrecistas en Aragón; no obstante, sabemos que la "Grupo Ajedrecista" organizó un torneo de Segunda categoría (quedaron primero y segundo empatados, Arruebo y Rey), el Campeonato del "Grupo" (primero Juncosa, segundo Gasque y tercero y cuarto, empatados, el doctor Lahoz y Mairal), el Campeonato de Zaragoza (obtenido  por José Juncosa), el de Velocidad (primero Gasque y segundo el doctor Mundi), un concurso de Resolución de Problemas (primero Rodríguez y segundo García Gracia) y concursos de Problemas en dos (Rey), en tres (Juncosa), en más (desierto), de Fantasía (Piñol), etcétera.

    A finales de 1920 y comienzos de 1921, la Real Congregación de San Luís también tuvo algunas actuaciones favorables al ajedrez, organizando algunos torneos y sesiones de partidas simultáneas y a ciegas.

    Durante 1921 la actividad ajedrecística fue intensa por parte de los aficionados zaragozanos. En marzo de ese mismo año el Centro Mercantil, Industrial y Agrícola de Zaragoza organizó un torneo Campeonato de Ajedrez en el que obtuvieron los primeros lugares Jacinto Rodríguez, José Lacambra y Salvador Soler; estos dos últimos empatados para el segundo lugar.   

    En el torneo de Tercera categoría de 1921 del "Grupo Ajedrecista" fue ganado por uno de los que ganaron el año anterior, Ceferino García, empatado con José Cerdán. En el de Segunda categoría obtuvo el primer puesto Narciso Salillas. Y en el de Primera categoría la victoria fue para un joven aficionado, Ramón Rey.

    En el concurso de Resolución de Problemas el puesto de honor lo obtuvo Salvador Piñol, hallando en treinta y dos minutos las doce soluciones, batiendo, de este modo, el record de España; segundo clasificado fue Juncosa. En el de Velocidad resultó vencedor Jacinto Rodríguez, seguido del doctor Mundi.

    Los socios del Casino de Zaragoza también proyectaban un torneo internacional que decidiera quién sería el Campeón de Ajedrez de dicho Círculo.

    La labor realizada por la afición española y muy especialmente la de Zaragoza, que iba a la cabeza de la de España merced a las iniciativas del "Grupo Ajedrecista de Zaragoza", era destacada por el maestro alemán doctor W. Therkatz en una columna de ajedrez que dirigía en el "Krefeider Zeitung".

Torneo Nacional de Madrid

    En Mayo de 1921, el Casino de Madrid, con la colaboración del Círculo de Bellas Artes, del Centro del Ejército y de la Armada, del Liceo de América y de la Gran Peña, organizó un grandioso Torneo Nacional de Ajedrez con los premios más importantes que hasta el momento se habían entregado en España: 3500, 2000, 1500, 1000, 700, 600, 500, 400, 300 y 150 pesetas, más quince cronómetros de ajedrez y varios premios extraordinarios para, entre otros concursos, el de Apertura Española o el de Brillantez. La inscripción al torneo costaba cien pesetas.

    Entre los premios extraordinarios, se otorgaba uno especial de cien pesetas a quien con las blancas obtuviera mejor puntuación con la Apertura Zaragozana, y una copita al que con esta apertura, también conduciendo las blancas, ganase la partida más brillante. Ambos premios fueron donados por el "Grupo Ajedrecista de Zaragoza".

     La Apertura Zaragozana fue introducida por José Juncosa. En relación con ella, su autor publicó un artículo, en 1920, en "La Ilustración Española y Americana; posteriormente se harían varios análisis por prestigiosos ajedrecistas.

      El "Grupo Ajedrecista de Zaragoza" con el fin de alentar la concurrencia a este torneo, convocó otro en el que se otorgaba de premio al vencedor una pequeña subvención para asistir al torneo madrileño. La iniciativa no tuvo éxito, ya que el único concursante que se presentó fue Joaquín Gasque Clavillas. La falta de competidores impidió que el torneo pudiera celebrarse, pero, una vez examinados los méritos del único jugador inscrito, se acordó no regatearle el premio que por derecho le correspondía.

    Los resultados finales del Torneo de Madrid fueron los siguientes: Primer clasificado, Manuel Golmayo; segundo, su hermano Celso; tercero, el aragonés José Juncosa, y cuarto Agustín Gómez.

    El premio especial de Apertura Zaragozana, instituido por el "Grupo Ajedrecista", fue ganado por Luís Rodríguez Santa María (de las dieciséis partidas jugadas con esta apertura, quince de los que la plantearon ganaron).

    Pocos días antes de iniciarse el Torneo Nacional de Madrid, llegó la noticia de que el maestro José Raúl Capablanca, natural de La Habana, había conquistado el Campeonato del Mundo de Ajedrez. Capablanca nació español (en 1888) en la misma ciudad de los actuales campeones de España, los hermanos Golmayo. Todos ellos habían sido el fruto de la labor realizada por los notables maestros españoles Celso Golmayo y Vicente Martínez Calvajal.

Otras actividades ajedrecísticas

    La labor de los aficionados al ajedrez no se limitaba a la participación de los diferentes torneos que se celebraban en Zaragoza y en el resto de España; además, mantenían contactos con prestigiosos maestros, que de vez en cuando invitaban para disputar partidas, y habitualmente jugaban por correspondencia con aficionados de España y de otros países.

    A finales de mayo de 1921 el "Grupo Ajedrecista" invitó a venir a Zaragoza al célebre jugador doctor Lasker, quien por espacio de más de un cuarto de siglo conservó el título de Campeón mundial de Ajedrez, para jugar unas partidas simultáneas en el Casino Principal de Zaragoza. En las partidas simultáneas que este maestro mantuvo en España, por cortesía, planteó con relativa frecuencia la Apertura Zaragoza.

    El "Grupo Ajedrecista" obtuvo un resonante triunfo a finales de junio del mismo año, jugando con un equipo nacional.

    El segundo semestre de 1921 estaría marcado por la Guerra de Marruecos, influyendo considerablemente en todos los acontecimientos de la vida cotidiana.

    A finales de 1922 llegó a Zaragoza el campeón ruso Alekhín, uno de los mejores jugadores europeos de la época, por iniciativa de la "Agrupación Artística Aragonesa", impulsora de las diferentes manifestaciones del Arte, y que posteriormente crearía la sección de Ajedrecistas. Uno de los contendientes con el ruso fue el campeón zaragozano José Juncosa, obteniendo otro sonoro triunfo.

Los intereses del ajedrez

    La labor del "Grupo Ajedrecista de Zaragoza" sería intensa pero de corta existencia: desde 1920 hasta 1923. Por todo lo observado hasta la fecha, el ajedrez no estaba considerado un deporte (o sport, según la denominación más habitual en la época); era un juego noble practicado, fundamentalmente, por clases sociales cultas que acudían a casinos, cafés y hoteles de moda.

    Para participar en determinados torneos y poder acceder a títulos, aunque sólo tuvieran el carácter de provincial o regional, era necesario poseer un nivel económico holgado. En los grandes torneos había que pagar una cuota de inscripción poco asequible para la mayoría de la gente. Los torneos y campeonatos se alargaban durante bastante tiempo, siendo este un impedimento económico más que, igualmente, restringía la participación a determinadas clases sociales.

    Además, durante el periodo de existencia del "Grupo Ajedrecista", como veremos en 1923, se establecen unas bases para la celebración del Campeonato de Zaragoza y del de Aragón por las que se concede al campeón ciertos privilegios que le permiten poseer el título durante tiempo indeterminado.

    Uno de los requisitos que se exigía al pretendiente al título era abonar honorarios al campeón por partida jugada, quedando campeón el mejor de doce partidas. Esto suponía permanecer casi medio mes disponible para jugar el Campeonato y un gasto económico que podía oscilar, sólo con los honorarios al campeón, entre trescientas y dos mil pesetas.

    Los jugadores del ajedrez mejor dotados tenían la opción de recuperar los gastos económicos que debían invertirse en los grandes torneos o campeonatos, al permanecer durante el medio mes que de media duraban estas pruebas, con los sustanciosos premios que recibían los vencedores.

El ajedrez en los primeros años del siglo XX

El ajedrez en los primeros años del siglo XX

Ramón y Cajal y Olóriz jugando al ajedrez en el verano de 1898 en Miraflores de la Sierra

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón, Domingo, 6 de octubre de 1996

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ 

    Se ha atribuido a diferentes culturas el origen del ajedrez; unos han sostenido que era invención de los griegos para mantener su ocio durante el sitio de Troya, otros proponen un origen indio, también se lo adjudican a los chinos, a los japoneses, a los egipcios o a los árabes españoles. Todas las opiniones tienen adversarios, siendo tremendamente aventurado asignar la invención a un determinado pueblo hasta que la arqueología aporte información más precisa; lo cierto es que éstas y otras culturas jugaban al ajedrez.

Evolución del ajedrez en Aragón

    En Aragón, el ajedrez se desarrolló en pequeños círculos reunidos en los casinos y en algunos cafés frecuentados por gente culta, del ámbito de las artes, de las letras, de la nobleza y de los altos escalafones militares.

    En los años veinte se desarrolla en Zaragoza un movimiento ajedrecista que tenía sus raíces en los últimos años del siglo pasado. En este último cuarto de siglo el Casino de Zaragoza albergaba la peña ajedrecista más importante; entre los numerosos aficionados que allí se reunían destacaba el noble señor Mariano Vidal. La supremacía que mantuvo en el juego de ajedrez le permitía dar ventaja de caballo a todos los que jugaban contra él.

    Pasados algunos años consiguió igualarlo Matías de la Cruz, asiduo a la peña del Café Suizo. Posteriormente sobresalieron: Casañé y los doctores Solano y G. de Galdeano; éste último sería el primero que practicaría en Zaragoza el "juego a la ciega".

    Después de la época del doctor Galdeano se disputaron la supremacía en las reuniones de ajedrecistas los jugadores Esponera, los hermanos Ballestero, Madroñero, Cerrada, Guillén, Santiago Mínguez, el marqués de Villafranca, P. Carrasco y el impetuoso y brillante Miravete.

    Coincidiendo con esta época se formó una nueva peña en el Café de Europa, frecuentada por los doctores Mundi y Moré (padre e hijo), y otra en el Centro Mercantil, Industrial y Agrícola, con el doctor Bravo y Romero. En las mismas fechas pasó unos años en Zaragoza un fuerte solucionista de problemas, el señor Herrero, de quien Salvador Piñol fue su más aventajado discípulo.

Los primeros torneos

    El primer torneo del que tenemos noticia se jugó en 1902. Unos años más tarde, en 1911, el Casino de Zaragoza acogió al que se consideró primer torneo jugado en Zaragoza, obteniendo los primeros puestos, respectivamente: José Juncosa, Salvador Piñol, Jacinto Rodríguez, el doctor Lahoz, etcétera.

    Estos torneos alentaron a los aficionados, dando como resultado el disputado encuentro (o match, como se denominaban en la época), mantenido en junio de 1918 entre el capitán de caballería Celso Golmayo de la Torriente y José Juncosa Molins, campeón aragonés de este juego. Golmayo había ganado en 1896, con diecisiete años el campeonato del Club de Ajedrez de La Habana, venciendo al maestro internacional Andrés C. Vázquez, y en este encuentro obtendría un nuevo triunfo.

    El desafío celebrado en el Casino Principal de Zaragoza era a diez partidas, que se jugaban de tres a cinco de la tarde, teniendo la condición de hacer quince jugadas por hora como mínimo, y se reanudaban de siete a nueve de la noche, volviendo nuevamente al juego de las diez hasta la una de la madrugada.

    Los jugadores medían el tiempo sirviéndose de un reloj de esfera específico para estas puganas, proporcionado por el doctor Manuel Ballestero, otro gran jugador reconocido durante muchos años como el mejor ajedrecista de Aragón, que lo ganó en el torneo celebrado en 1902.

    Muchos aficionados siguieron con gran interés las incidencias de las reñidísimas partidas, haciéndose apuestas por ambos notables jugadores.

El primer Campeonato de Aragón de Ajedrez

    En mayo de 1919 se jugó un nuevo torneo y en octubre del mismo año otro de mayor trascendencia, denominado "Torneo Nacional de Ajedrez", celebrándose en el Casino de Zaragoza. Bajo la presidencia del teniente coronel y abogado Carlos Lahoz se verificó el sorteo de los participantes: los hermanos Celso y Manuel Golmayo, Antonio de Pedro, Jacinto Rodríguez, Eusebio Sardaña, Luís Martínez, Santiago Mínguez, y José Juncosa.

    Todos ellos ya eran famosos jugadores de ajedrez por los triunfos obtenidos en los escasos torneos que se habían disputado en España hasta el momento. Celso Golmayo ya era conocido en Zaragoza, después del encuentro que sostuvo con José Juncosa en junio de 1918.

    Manuel Golmayo, jefe del Estado Mayor del ejército, había ganado el campeonato de España en el torneo de Madrid de 1902 y obtuvo el primer premio en el concurso de resolución de problemas habido en Barcelona el 9 de febrero de 1915. También venció en un match que sostuvo con Manuel Zaragoza en Madrid el año 1912.

    Luís Martínez era el más joven de todos los concurrentes en el torneo y también el primero que jugaba, pero acudía precedido de fama de excelente jugador.

    Eusebio Sardaña representaba en este torneo al Centro Mercantil, Industrial y Agrícola, su juego se consideraba muy sólido y, se decía que combinaba bien.

    Jacinto Rodríguez ya había quedado tercero en el torneo de Zaragoza de 1911 y junto con Santiago Mínguez y Antonio de Pedro, entre otros, había participado en el torneo de mayo de 1919.

    Antonio de Pedro era un buen teórico y representaba al Casino de Zaragoza junto con José Juncosa, quien se había clasificado en el segundo lugar del torneo de mayo. Juncosa había vencido en el torneo de 1911, perdiendo solamente un juego de las dieciséis partidas que se jugaban en él.

    Este torneo nacional era considerado, igualmente, Campeonato de Aragón, que en realidad sería el primero que oficialmente se celebraba. El resultado del torneo fue el siguiente: primer premio lo ganó el campeón de España, Manuel Golmayo; el segundo, José Juncosa, que así obtenía el título de campeón de Aragón; el tercero, Jacinto Rodríguez; el cuarto, Santiago Mínguez; el quinto, Antonio De Pedro; el sexto, Luís Martínez, y el séptimo, Eusebio Sardaña.

    Juncosa venció, además, en el concurso de solución de problemas, hallando en 34 minutos 9 soluciones buenas en 10 problemas, y la copa de honor del torneo de velocidad (5 segundos por jugada), obteniendo el segundo premio Rodríguez Lasala.

Nuevo grupo ajedrecista

    El éxito del torneo jugado en el Casino de Zaragoza propició que los numerosos aficionados existentes en la capital, al finalizar este torneo, ya fueran pensando en fundar un nuevo club de ajedrez, con sede en uno de los principales cafés de Zaragoza.

    Estos torneos también influyeron para que en otras ciudades se estimulase la afición, intensificándose el movimiento ajedrecístico, y que se viera más próximo uno de los objetivos más deseados por los ajedrecistas: la creación de la Federación Española de Ajedrez.

    A comienzos de 1920 se constituyó la nueva sociedad denominada "Club Ajedrecista", con cerca de doscientos socios. El propósito de esta sociedad se centraba en impulsar el juego de ajedrez organizando torneos y otra clase de fiestas en su sede de la Basserie del Palace Hotel, donde los socios de este "Club Ajedrecista" tendrían a diario sus reuniones.

    La junta directiva del "Club Ajedrecista", quedó constituida por: Jacinto Rodríguez Lasala, presidente efectivo; Zoel García Galdeano, presidente honorario; José Portolés, vicepresidente; Narciso Salillas, secretario; Eusebio Sardaña, tesorero, y como vocales, Santiago Míguez, Aurelio Alonso y José Blasco.

    A comienzos de este década de los años veinte aparece una nueva generación que se sumaría a los jugadores ya existentes; en estos años sobresalían los jugadores Joaquín Gasque, Jacinto Rodríguez Lasala, Salvador Piñol, Antonio De Pedro, el maestro José Juncosa, y, en menor medida, Rey, Martínez Alvira y Fernández Abellán, entre otros, integrados en el "Club o Grupo Ajedrecista".

La cazadora María del Pilar Bescós

La cazadora María del Pilar Bescós

Escena de caza

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón, Domingo, 17 de marzo de 1996

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

     A finales del siglo pasado, la pluma de Lorenzo Vidal (1) plasmó con gran acierto y con ardor la biografía de María del Pilar Bescós, una distinguida mujer aragonesa que destacó por su dedicación con valentía a la caza. Su destreza en esta actividad la hizo famosa y el coraje que imprimió en situaciones de riesgo, la hizo merecedora de un público reconocimiento.

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El descanso y el cuadrado

El descanso y el cuadrado

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

     La misma figura que en otro artículo recogíamos con el nombre de «El avión» la podemos encontrar con un amplio repertorio de nombres. En una recopilación realizada por el C.E.P. de Calatayud (1), al «avión» también lo denominan «El tejo», «Pepino», «El cuadrín» y «El teje».

     Entre los diferentes nombres se pueden encontrar pequeñas variantes; así, en «El teje», después de dar las ocho vueltas correspondientes, se coge la piedra y se coloca sobre la mano para dar otras diez vueltas a la "pata coja". Si se realiza correctamente, sin que se caiga la piedra y sin pisar ninguna raya, el jugador tira el "tejo" de espaldas para obtener una "casa". El siguiente en el turno deberá pedir permiso para poder pasar y, si la respuesta es negativa, se debe saltar el cuadro sin pisarlo; además, sólo se puede tirar la piedra tres veces. 

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El caracol y El avión

El caracol y El avión

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

 Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón. Domingo, 13 de abril de 1997

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

     En las próximas líneas vamos a describir varias figuras de las más populares en la actualidad; ambas contrastan entre sí por su antigüedad y modernidad, respectivamente, así como por la complejidad y la sencillez de ejecución.

     La primera de las figuras, «El caracol» y alguna de sus variantes, sigue perteneciendo al grupo de las que el "tejo" se arrastra impulsándolo con un pie a la "pata coja".

     «El avión» y las siguientes figuras que recogemos tienen en común dos aspectos fundamentales del juego: lanzar el tejo a una casilla y recorrer la figura a la "pata coja", sin pisar la casilla que contiene el tejo, recogiéndolo con la mano en el camino de vuelta y antes de salir.

El caracol

    Esta figura es de las más extendidas por todo el mundo entre los juegos de "tejos" o "tanganas". Martine Basset-Clidière (1) dice que es una de las formas más antiguas de la "rayuela" ("marelle", "marro" o "descanso"). Existen pequeñas variantes de un lugar a otro, pero la esencia del juego es la misma, se dibuja con tiza un "caracol" en el suelo y se recorre empujando un "tejo" o una piedra con el pie y a la "pata coja".

    La variante más simple consiste en recorrer la figura a la "pata coja", impulsando el tejo con el pie hasta el final; a continuación se hace el mismo recorrido en sentido contrario, hasta sacar el tejo de la figura.

    Lo habitual era que el "caracol" se dividiera en casillas numeradas, y que la piedra se empujara con el pie, a "la pata coja", de una en una hasta llegar a la última; a continuación se recorría en sentido contrario hasta echarla fuera. En La Barbolla (Guadalajara), una vez que un jugador ha realizado el primer recorrido correctamente, marca una casilla con una piedra (conviene que sea de las del medio) en la que podrá descansar mientras que los demás deberán saltarla. Cuando la mayoría de las casillas contienen piedras y es imposible saltarlas sin pisar líneas, se da por finalizado el juego (2).

      Martine Basset-Clidière (3) nos aporta un «Caracol» («Le colimaçon») dividido en 18 casillas numeradas en sentido inverso, en cuyo centro se encuentra el "paraíso", donde se descansa. En la casilla 15, generalmente, se marca un "descanso", en el que se autoriza al jugador a apoyar los dos pies.

    El "caracol" se recorre varias veces en doble dirección de ida y vuelta. Se empieza echando la piedra en la primera casilla y se empuja con el pie, casilla por casilla, saltando hasta el "paraíso". Después se efectúa en sentido inverso.

    La segunda ida y vuelta se ejecuta sin descansar en el "paraíso". En las siguientes vueltas se prohíben las casillas pares, después las impares y al final dos casillas de cada tres.

    Basset-Clidière también nos aporta otra figura cuya única diferencia con la anterior radica en la forma del dibujo, que denomina «El reloj» («L´horloge»); no tiene "descanso" y de la casilla 12 se pasa al "paraíso".

    Paulette Lequeux dibuja la espiral del "caracol" con 19 casillas, correspondiendo a esta última el "paraíso", pero en el camino el jugador se encuentra con el "infierno" (casilla número 13) y el "descanso" (casilla número 15), mostrando el juego ciertas semejanzas con el juego de la oca (Fig. 5). El modo de jugar es igual a la señalada por Basset-Clidière.

    La figura ya citada de «El reloj», Laqueux la denomina «La ronda de las horas».

    En otra recopilación de juegos (4), además de la figura del «Caracol», aparece otra de las mismas características que denominan «La sartén», debido a su forma.

    Tomás Blanco (5) insiste en el parecido del «Caracol» con el juego de la oca. En una figura que recoge de Chamberí (Salamanca) intercala entre las casillas el "infierno", que hay que saltar por encima; el "descanso" y el "purgatorio", lugares donde se descansa, y el "cielo". Del "cielo" se sale saltando por la casilla del "descanso".

    En el «Caracol» de Pedrosillo de los Aires (Salamanca) se juega del mismo modo que con las figuras que veremos a continuación. Se lanza la piedra a la primera casilla y después se recorre el "caracol" saltando a la "pata coja" sin pisar la casilla que contiene la piedra. Al llegar a la casilla central se descansa y, después, se retrocede hasta llegar a la piedra, se recoge con la mano y se sale. Se juega de la misma manera echando la piedra en todas las casillas y cuando se completa el recorrido se gana una "reguleta".

    Blanco también recoge un «Caracol» de forma cuadrangular en el que se juega de forma parecida al primero que señalábamos. No se divide en casillas. La piedra se echa a donde caiga, desplazándose el jugador hasta ese punto a la "pata coja"; después se empuja con el pie hasta el centro (descanso) y luego se retrocede hasta salir.

El avión

    El juego recibe este nombre por la forma de la figura, dividida en cuadros o casillas. Consiste en lanzar un "tejo" a cada una de las casillas, comenzando por la primera, y haciendo cada vez un recorrido de ida y vuelta, saltando a la "pata coja". La casilla que contiene el "tejo" no se puede pisar y en las casillas paralelas (4-5 y 7-8) se apoyan los dos pies, uno en cada una de ellas, permitiéndose el "descanso", excepto cuando alguna de ellas contiene el "tejo". Éste siempre se recoge en la vuelta.

    Alfredo Larraz y Fernando Maestro (6) señalan los recorridos adicionales que deben hacerse tras haber completado los previos de las ocho casillas:

    1.- Pisando con un apoyo en cada casilla y llevando el "tejo" sobre el empeine de un pie.

    2.- Con el "tejo" encima del puño de una mano.

    3.- Con el "tejo" sobre la cabeza.

    Al salir de cada uno de estos recorridos debe lanzarse el "tejo" al aire y recogerlo con las manos.

    4.- Pisando en los cuadros con los ojos cerrados. En cada paso se pregunta a los otros jugadores: "¿piso?", y si no pisa ninguna raya los demás le contestan: "¡chorizo!", pero si pisa le responden: "¡morcilla!", perdiendo el turno.

    Si se consigue realizar todos los recorridos descritos, el jugador se coloca de espaldas al "avión" y lanza el "tejo" tres veces hacia atrás y por encima de la cabeza, intentando que caiga en alguna casilla. Si lo consigue, elige una de ellas como "casa".

     En las "casas" sólo pueden pisar y descansar sus propietarios, pero pueden dar asilo a quien quieran y cuando quiera. Gana el que más "casas" consigue.

    Mariano Coronas recoge este juego con el nombre de «Marro» (7).

    Tomás Blanco (8) dibuja una figura de Monterrubio de la Sierra (Salamanca) con un círculo previo y un semicírculo ("corro") en el otro extremo. A diferencia de las reglas vistas hasta el momento, cuando la piedra se encuentra en una parte de las "alas", ambos pies se pueden apoyar en la otra. Después de efectuar el recorrido de todas las casillas, se lanza la piedra al "corro" final y, cuando el jugador llega hasta ese lugar, se pisa. Desde este lugar se juega en sentido inverso.

     Al final, se lanza la piedra al "corro" que precede a la primera casilla y el jugador se desplaza a la "pata coja" hasta pisarla. Entonces, se consigue una "reguleta", eligiendo y marcando uno de los cuadros que los demás jugadores no pueden pisar, pero él sí puede descansar. Gana el que más consigue.

    En Sigüenza (Guadalajara) se denomina a las figuras con diferentes nombres, entre otras, «Avión» y «Muñeca» (9). La disposición de las casillas de la "muñeca" puede variar, pero suele terminar en un círculo. El "teje" o la piedra también se conoce con el nombre de "gute".

     Una variante, con respecto a las reglas que veíamos en el "avión", es que se puede poner "barrera" (cuando se tira a un cuadro, un compañero/a se coloca al final de la casilla para evitar que el "tejo" se salga). Una vez que se recorren las ocho casillas en sentido normal, se vuelve a dar la vuelta otras tantas veces pero comenzando en sentido contrario, es decir se lanza el "gute" desde detrás del círculo correspondiente al número ocho. 

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) BASSET-CLIDIÈRE, Martine: Le guide marabout des jeux de plein air. Marabout, 1989, p. 37.

(2) Juegos de nuestra tierra. Recopilación de juegos dirigida por Celedonio García. C.P.R. de Sigüenza, Guadalajara, 1995, p. 131 y 132.

(3) Opus citat. P.37.

(4) Juegos de ayer... para hoy. Centro de Profesores de Calatayud. Zaragoza, 1989, pp. 124 y 125.

(5) BLANCO GARCÍA, Tomás: Para jugar como jugábamos. Colección de juegos y entretenimientos de la tradición popular. Centro de Cultura Tradicional, Salamanca, 1995, p. 94.

(6) LARRAZ URGELES B. Alfredo y MAESTRO GUERRERO, Fernando: Juegos Tradicionales Aragoneses en la Escuela. Mira Editores-DGA, Zaragoza, 1991, pp. 83 a 86.

(7) CORONAS, Mariano: Así nos divertíamos, así jugábamos,... Labuerda: recopilación de juegos infantiles. Ed. ayuntamiento de Labuerda y Diputación Provincial de Huesca. Fraga 1995.

(8) Opus citat., pp. 87 y 88.

(9) Juegos de nuestra tierra... pp. 128 a 130.

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Acróbatas y funámbulos

Acróbatas y funámbulos

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón, Domingo, 15 de diciembre de 1996

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

    Del mismo modo que veíamos en el artículo anterior, las voces que encabezan estas líneas se utilizan, frecuentemente, para denominar a personas que realizan habilidades sobre cuerdas o alambres en el aire. Ambos términos tienen una lista de sinónimos comunes que definen algunas actividades recogidas en los apartados de "titiriteros" y en el de "gimnastas". En las próximas líneas escribiremos sobre acróbatas y funámbulos, aunque podrían confundirse con las siguientes palabras: equilibrista, gimnasta, circense, volatinero, titiritero, saltimbanqui o trapecista.

Acróbatas

    Mariano García publicó durante varios años un folletón en el que narraba las "Memorias de un zaragozano"; en ellas recogía todos los acontecimientos sonados que ocurrieron en la ciudad durante sus años juveniles. En relación con el tema que nos ocupa, recuerda a una compañía de piculines que llegó de Madrid en el verano de 1857, dando funciones en la plaza de Toros. El director era Mr. Esteban Buislay, un famoso acróbata que después de los trabajos en el trapecio, saltos, volteretas y payasadas, que ejecutaban los gimnastas a sus órdenes, hacía un ejercicio peligrosísimo y de una novedad sensacional por entonces. 

    El trabajo consistía en subir por una rampa en forma de espiral, de unos 15 metros de altura, sobre una bola de madera. El arriesgadísimo ejercicio lo ejecutaba Buislay de espaldas a la subida y de frente a la bajada. Cuando le faltaba poco para llegar a la cúspide de la rampa, se producía un silencio sepulcral, emocionante. Al final los aplausos atronaban la plaza (1).

    La antigua Torre de Bruil, denominada Quinta Montserrat, en Zaragoza, donde se encontraba el "Gran parque de recreo y establecimiento de horticultura", ofrecía todos los domingos, en 1884, conciertos y otros espectáculos. Entre los habituales, hemos de destacar las actuaciones de una Compañía de acróbatas zaragozanos que en cada una de sus funciones realizaban tres ejercicios gimnásticos.

    En 1890, pasadas las fiestas del Pilar, la Plaza de Toros de Zaragoza sería el escenario de otra función acrobática muy distinta: el célebre velocipedista Hugo, capearía y banderillearía, montado en velocípedo, un bravo novillo.

    Las compañías acrobáticas recorrían muchos pueblos ofreciendo demostraciones de sus habilidades. En Alberge, durante las fiestas de San Lorenzo de 1900, la plaza de la Constitución de esta población acogió los ejercicios realizados por una compañía acrobática. Otros acróbatas visitaron Yebra de Basa en 1926.

    En Sástago, también durante sus fiestas patronales de 1884, en honor de San Roque, una compañía de acróbatas y funámbulos entretuvo con sus variados y dificilísimos ejercicios la atención del público.

Funámbulos

    Los funámbulos realizan ejercicios más específicos que los acróbatas, utilizando para ello casi exclusivamente la cuerda, aunque también los podríamos relacionar con los equilibristas.

    En otro capítulo de la serie de "Memorias de un Zaragozano", el autor recordaba las fiestas del Pilar de 1864 y el espectáculo que el pueblo zaragozano pudo presenciar, viendo pasar por la maroma a la célebre funámbula Madame Salvi, considerada rival de Blondin (2). 

    Madame Salvi trabajaba con la compañía de Bolsi y Díaz en la plaza de Toros y en el Teatro Circo de la calle de los Sitios. El Ayuntamiento zaragozano la contrató para que diese dos funciones al aire libre, eligiendo la notable artista para verificar su arriesgado paso por el alambre la plaza de la Constitución.

    Mariano García comentaba que en su vida no había visto y recibido más apreturas y pisazos que los que se llevó en las dos noches que cruzó por los aires la alegre y oronda francesa, que saludaba sonriente en lo más expuesto de su trabajo al inmenso público que tenía a sus pies. 

    Dos décadas después, en las fiestas del Pilar de 1887, destacó la actuación de Mr. Tomás Glombi, equilibrista o funámbulo, también denominado gimnasta, que también pasó la maroma colocada a gran altura en la plaza de la Constitución. Su comportamiento no debió ser muy correcto puesto que fue multado.

    Quizá la actitud de Glombi influyera para que en 1889 se negara la proposición de Blondin, para trabajar en las fiestas del Pilar de aquel año. No obstante, Julio Blondin llegaría a causar sensación en Zaragoza, atravesando, sobre un cable, la plaza de la Constitución. Pero, el que realmente había hecho correr la fama al apellido Blondin por el mundo entero fue su padre, Francisco Blondin, apodado "rey del aire", por la apuesta que ganó atravesando, sobre una maroma, las cataratas del Niágara.

    Según la prensa americana, el funámbulo Blondin corría y saltaba sobre la maroma por encima de la famosa catarata, y mientras ejecutaba tan arriesgado ejercicio, un steamer al pasar por debajo de la cuerda, le ofreció una botella de vino que fue aceptada, izada y bebida por el intrépido gimnasta en menos que canta un gallo.

    Los funámbulos de la nueva escuela, a diferencia de los antiguos, que llevaban largos balancines con bolas de plomo en sus extremos, realizaban sus ejercicios sin balancín, con las manos libres de toda traba; algunos se concentraban en su actuación, limitándose a fijar la vista en un punto lejano en el mismo plano que la cuerda.

    En 1921 sería el nieto de Francisco quien, continuando con las tradiciones funambulescas del padre y del abuelo, atravesaría la Huerta de Santa Engracia sobre un cable tendido a una altura de más de veinte metros.

Aeronautas y escalatorres

    Con mayor extensión hemos tratado de estos intrépidos, que desafían a los peligros, en los artículos de esta sección titulados: Las milorchas y el Montgolfier (31/3/1996), Globos aerostáticos (7/4/1996) y Los escalatorres Puertollano (21/5/95).         

    Ambas actividades las desarrollaron gentes procedentes del ambiente acrobático; trasladando sus originarios ejercicios al trapecio que colgaba de los aeróstatos, a la cuerda o a la veleta. 

    Como se puede apreciar en grabados de la época, los primeros navegantes aéreos eran verdaderos trapecistas o piculines, que colgados de un trapecio efectuaban diferentes piruetas, mientras el globo navegaba al capricho del viento.

    Los famosos "escalatorres" de la familia Puertollano también fueron piculines en sus comienzos. José Puertollano realizaba con su mujer un número acrobático en la compañía del circo Feijó, formando una pareja de excelentes equilibristas. Su nueva dedicación surgió en la feria de Estepona; los fuertes vientos habían torcido la cruz de la veleta parroquial y el párroco de Estepona buscaba a alguien que subiera a solucionar el peligro de derrumbamiento. A partir de aquel momento se dedicaron a "negocios de altura": escalar torres o chimeneas, realizando equilibrios y piruetas sobre las veletas o sobre la maroma; a veces también reparaban desperfectos en estos lugares tan peligrosos.

    Sin duda, también podríamos considerar acrobático un arriesgado ejercicio de muchos jóvenes, que se consideraba pintoresco de España; consistía en subir a los campanarios de las catedrales en los días festivos para echar al vuelo las campanas, mientras los campaneros de oficio descansaban. 

    Ese espectáculo de jóvenes lanzados por el espacio, con la campana que estrechan en sus brazos, podía verse en la Giralda de Sevilla; según Guillermo Depping (3), Víctor Hugo se inspiró en ellos al describir a Cuasimodo en igual ejercicio. 

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) "De mis Buenos tiempos. Memorias de un zaragozano". XXX. Folletón del Heraldo, Heraldo de Aragón, 7 mayo de 1906. José BLASCO recoge el mismo acontecimiento en su libro: ¡Aquí Zaragoza!, Tomo I, Edición facsímil, Zaragoza, 1988, p. 130.

(2) Mariano GARCÍA: "De mis buenos tiempos. Memorias de un Zaragozano" XCI. Folletón del Heraldo. Heraldo de Aragón, 20 septiembre de 1908.

(3) DEPPING, G.: La fuerza y la destreza del hombre. Imprenta de Gaspar Editores, Madrid, s/f, p. 114.

VER EL ARTÍCULO ILUSTRADO CON IMÁGENES:

http://garcia-adell.blogspot.com.es/2008/03/acrbatas-y-funmbulos.html

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Tiro de soga en Hinojosa de Jarque

Tiro de soga en Hinojosa de Jarque

Foto: C. García

33 PAR DE OPUESTOS. 1999

Autor: Antonio Chipriana - Zaragoza

Materiales: Acero corten y hormigón

Medidas: 3.5 x 12 x 1

Lema: En el principio del tiro a la soga - esas tradiciones de juegos populares que son fuente inagotable de aprendizaje.

Más información:

http://www.parque-escultorico.com/ficha_escultura.php

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El descanse, el pati, la cabezota y la luna

El descanse, el pati, la cabezota y la luna

 

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón. Domingo, 21 de abril de 1997

 

José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

 

    Continuamos con nuevas figuras cuyo principio fundamental del juego consiste en desplazar o empujar el tejo con el pie a la "pata coja". Alguno de estos dibujos comparte nombre y forma con los que veremos en otros artículos posteriores, pero cuya diferencia radica en las reglas de juego.

    Hay zonas en las que la denominación genérica del juego incluye a todas las figuras (rayuelas, calderones, truques, descansos, marros etcétera), aunque también es frecuente que se identifiquen por las formas que adoptan: avión, muñeca, bailarina, perol, caracol, cabezota...

El descanse y El cohete

    Se da el nombre de "El descanse" a un juego recopilado en Sigüenza (Guadalajara), cuya figura es un cuadrado dividido en cuatro triángulos. Se juega con una "chita" (trozo de teja) que se echa a la casilla número 2, desde la número 1; a continuación, se empuja a la "pata coja", dando la vuelta al "descanse". Después se hace el "repaso", dando otra vuelta, y, posteriormente, se juega lanzando la "chita" de diferentes maneras (1).

    Paulette Lequeux (2) recoge una figura similar que denomina "El cuadrado chino"; el juego consiste en arrojar un tejo al interior del triángulo número 1 y empujarlo con el pie al 2, 3, 4, hasta volver al 1 y echarlo fuera. A continuación se arroja al 2, siguiendo como anteriormente. El tejo se vuelve a empujar, sucesivamente, desde los triángulos 3 y 4. Esta figura ya formaba parte de otras que hemos recogido en artículos anteriores.

    Lequeux nos aporta más figuras (3); una de ellas, denominada "La rayuela infantil", comparte la figura y la forma de jugar del "Truque" toledano (ver artículo anterior), con la variante de que se puede descansar, apoyando los dos pies en el suelo, en el ángulo interior de la casilla número 3, pero dando media vuelta al mismo tiempo que se salta. También coincide con "La marelle des écoliers" recogido por Basset-Clidière, excepto en la posición de los pies cuando se descansa en la casilla 3, ya que Basset sitúa los pies en el ángulo exterior.

    Otra es la "Tierra-Cielo", en la que se arroja el tejo desde la "Tierra" al cuadro número 1, y luego se empuja a la pata coja, de cuadro en cuadro, hasta llegar al "Cielo", donde se puede descansar. A continuación se vuelve a empujar el tejo, cuadro a cuadro, hasta regresar a "Tierra". En cada vuelta se arroja la piedra en el cuadro siguiente.

    En "El cohete", el jugador arroja el tejo sucesivamente al interior de cada una de las casillas, del número 1 a la número 8. Después de tirar el tejo, entra saltando a la "pata coja", recorre el circuito hasta llegar de vuelta a la casilla donde está el tejo y, a partir de allí, lo va empujando de casilla en casilla para regresar a la "Tierra".

    El recorrido se hace a la "pata coja", apoyando ambos pies, uno en cada casilla, cuando se llega a la 4-5 y 7-8, dando la vuelta de salto en estas últimas. Cuando el tejo está en alguna de ellas se saca apoyándose con un solo pie.

    Después de recorrer ocho veces de "Tierra" a "Cielo", se hace otras tantas en sentido opuesto, de "Cielo" a "Tierra", con derecho a descansar ambos pies en el "Cielo".

    Por último, desde "Tierra" y de espaldas a la figura, se arroja el tejo entre las piernas o por encima de la cabeza y si cae en alguna casilla el jugador inscribe su nombre, y en la siguiente partida puede descansar en ella con ambos pies.

    En un "cohete" de diez casillas se realiza "El viaje colectivo", con equipos de seis jugadores. El juego es similar al anterior; un miembro del equipo tira el tejo a la primera casilla y saltándola recorre las demás hasta llegar a la número 10, situándose lo más próximo a "Cielo", desde donde observa como sus compañeros hacen lo mismo. Cuando llegan todos inician el regreso, comenzando el último en llegar. El jugador postrero deberá sacar el tejo que los otros han saltado. El juego prosigue echando el tejo a las otras casillas. Cuando éste cae en la número 9 y en la 10, todos los jugadores del equipo se agrupan en la que queda libre. En cada partida le toca a un jugador arrojar el tejo y cuando se realizan las 10 idas y vueltas, el primer jugador puede conquistar una casilla. Cualquier error que cometa un miembro del equipo supone la entrada del equipo rival.

El pati y El gato

    Tomás Blanco nos aporta (4) varias figuras singulares, recogidas en la provincia de Salamanca. En Zorita de la Frontera se juega a "El Pati"; un rectángulo dividido en otros nueve, que se recorren empujando una piedra a la "pata coja", siguiendo la numeración y el recorrido que podemos apreciar en el dibujo. En la segunda vuelta se tira la piedra a la segunda casilla, y así sucesivamente.    Otra figura curiosa es la de Lumbrales. Cada jugador traslada la piedra a la "pata coja", desde la primera casilla, a cada una de las divisiones, según el dibujo. En el compartimento del fondo se empuja tres veces y se descansa; en el "huevo" se descansa y se golpea la piedra otras tres veces hasta salir.

    En Calvarrasa de Arriba la figura tiene forma de gato. Se juega con las mismas reglas de las rayuelas anteriores. La piedra se va empujando a la "pata coja" por las diferentes partes de la figura. En la "nariz" se puede descansar. En cada vuelta la piedra se arroja a la parte correspondiente, según el orden establecido en el recorrido.

La naranja y La cabezota

    El nombre viene dado por la forma de la figura, una redonda y dividida en gajos y la otra con remate en un gran círculo que asemeja a una cabeza. El juego consiste en lanzar el tejo a cada una de las casillas, recorriendo cada vez la figura a la "pata coja" y desplazando el tejo con el pie desde la casilla en la que se encuentre hasta la última.

    Tomás Blanco también recoge en la provincia de Salamanca "La naranja" de Golpejas, con las características de juego ya señaladas, y "La cabezota de Garcihernández; en esta figura se descansa en la casilla número 4 y al llegar a la última, cada vez que se hace el recorrido, se retrocede en sentido inverso (5). El juego y la figura es similar al "Chumbo sencillo", que ya vimos, de Valdelosa (Salamanca).

    Uno de los "calderones" sorianos que hemos recogido tiene una forma semejante; como en el anterior se lanza la "tirona" a "primeras", recorriendo todas las casillas a la "pata coja" y desplazando la "tirona" hasta terminar todo el recorrido. Después se lanza la "tirona" a "segundas" y así sucesivamente hasta llegar a "sextas".

La luna

    La figura es un rectángulo dividido en diez casillas con los signos + o -, además del cuadro denominado "tierra". Los cuadros señalados con el signo "menos" (-) deben saltarse con un pie y los que tienen el signo "más" (+) con los dos. Ni el tejo ni el jugador pueden entrar en el círculo de la "luna" del cuadro número 6.

    Desde la "tierra" se lanza el tejo al cuadro número 1; el jugador salta a ese mismo cuadro golpeándolo con el pie y desplazándolo al cuadro número 2, llevándolo así sucesivamente hasta llegar al cuadro número 10. Martine Basset-Clidière (6) concluye el juego en esta fase, pero Frederic V. Grunfeld (7) continúa regresando desde el cuadro 10 hasta la "tierra". Así se concluye con la que sería la primera vuelta o fase, después incluye las siguientes:

    b) Se saltan todos los cuadros llevando el tejo en el pie alzado y se regresa a la "tierra".

    c) Se recorren igualmente los cuadros, pero llevando el tejo sobre la cabeza.

    d) Del mismo modo, con el tejo sobre el dedo índice.

    e) Se lleva el tejo sobre el antebrazo.

    f) Sobre la rodilla derecha.

    g) Sobre la izquierda.

    h) Con los ojos cerrados y la cabeza erguida, se salta de cuadro en cuadro, hasta el número 10, y se regresa. Al mismo tiempo los jugadores anuncian "caliente", si se hace correctamente, y "frío", si se equivoca.

    i) Situado en la "tierra", de espaldas a los cuadros, se lanza el tejo por encima del hombro y si cae en uno de los cuadros, sin tocar ninguna raya, se convierte en su "casa". En lo sucesivo en ella puede descansar con los dos pies, pero los demás jugadores deberán saltarla. 

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) Juegos de nuestra tierra. C.P.R de Sigüenza, Guadalajara, 1995, p. 132. Recopilación de juegos dirigida por C. García.

(2) LEQUEUX, Paulette: Juegos + de 1000, para todo lugar, casa, escuela, campo, playa... Reforma de la escuela, Barcelona, 1984, p. 157.

(3) Opus citat. pp. 160 a 162.

(4) BLANCO GARCÍA, Tomás: Para jugar como jugábamos. Colección de juegos y entretenimientos de la tradición popular. Centro de Cultura Tradicional, Salamanca, 1995, pp. 93 a 95.

(5) Opus citat. pp. 89 y 90.

(6) BASSET-CLIDIÈRE, Martine: Le guide marabout des jeux de plein air. Marabout, 1989, pp. 37 y 38.

(7) GRUNFELD, Frederic V.: Juegos de todo el mundo. Edilan, Madrid 1978, pp. 166 y 167.

Los cuadros, las calderas y la escalera

Los cuadros, las calderas y la escalera

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón, Domingo, 16 de marzo de 1997

José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

    El catálogo de juegos similares al "Plan" o al "Descanso", que veíamos en el artículo anterior, es todavía mucho más amplio. Aunque las variantes mantengan la esencia del juego, creemos interesante dar a conocer todas las que hemos podemos recopilar.

    Todos estos juegos de rayuelas, cuadros o calderas, que se practican utilizando una chita, china, tangana, tirona, tejo o piedra, han sido siempre considerados típicos de chicas, por ser quienes habitualmente jugaban. Generalmente, el orden de participación se decide a suertes o tirando el tejo a una raya.

Los cuadros

    Los mismos autores del "Descanso" (1) describen una variante que denominan "Las calderas", cuya única diferencia con el anterior es que a los cuadros se les llama "calderas" y se elige la "casa" que se desea para descansar.

    En otros lugares se conoce como "Los cuadros"; se juega con la misma figura del "Descanso", haciendo también el mismo recorrido, pero descansando en la casilla 4. A continuación se pasan las casillas de diferentes formas:

    1ª.- Al "¿piso, piso?", que consiste en hacer todo el recorrido con los ojos cerrados, preguntando en cada cuadro: "¿piso?"; si se pisa alguna raya, se pierde el turno en favor de otro compañero.

    2ª.- Después se hace "el borracho", pasando el tejo en diagonal: 1-5-3-4-2-6, hasta sacarlo.

    3ª.- Denominada los "montas", se saltan los cuadros de dos en dos: 3-4-6-1, y se intenta pisar la piedra. Si no se pisa se hace el mismo recorrido tres veces.

Las calderas

    En otra publicación de Fernando Maestro (6) se amplía la figura a 8 cuadros, aumentando la dificultad según avanza el juego. Las fases o recorridos son semejantes a los del "Plan" o a los que acabamos de describir en "Los cuadros":

    1º.- Se recorre la figura desplazando el tejo (trozo de teja) o loseta (piedra que se deslice bien), correlativamente a la "pata coja". En algunos lugares se permite descansar en la casilla 5.

    2º.- A "cruceta", sin el tejo, se recorren los cuadros a la "pata coja" en el siguiente orden: 1, 7, 3, 5, 4, 6, 2 y 8.

    3º.- Recibe el nombre de "¿piso o veo?" por la pregunta que el jugador hace a los demás cuando, con los pies juntos, se desplaza de una casilla a otra con los ojos cerrados.

    4.- En la "última" se hace todo el recorrido con la punta del pie y arrastrando el tejo. El jugador que concluye esta fase elige una casilla, donde podrá descansar y estará prohibida a los demás.

    Siempre que un jugador comete un error pasa el turno al siguiente. Gana el que más casillas consigue.

Tánganas y rayuelas salmantinas

    Tomás Blanco (2) ha recogido una gran variedad de figuras en la provincia de Salamanca, caracterizadas la mayoría por seguir las mismas reglas de juego de las que ya hemos visto.

    En Valdelosa se juega del mismo modo con dos figuras diferentes, "El chumbo" y "El chumbo sencillo". Se comienza tirando el tejo al primer cuadro y posteriormente se va empujando a "pati coja" hasta el último, en el que se da la vuelta, y se hace el recorrido en sentido inverso. Después se tira la piedra al segundo cuadro, procediéndose del mismo modo, y así en el resto de los cuadros.

    "Las sestres", de Ciudad Rodrigo, tiene seis casillas. La "china" se echa primero a la casilla 1 y se desplaza hasta el final; a continuación se tira a la 2, pasando la "china" también por todos los cuadros, y así sucesivamente.

    "El himbo", de Cantalapiedra, se juega igual que "Las sestres", aunque el dibujo tiene una casilla más en la parte superior, con forma ovalada, y con descanso en las casillas 4 y 7. Siempre se finaliza el recorrido pasando de la casilla 7 a la 1 y se sale fuera. Cuando un jugador hace todos los recorridos, elige una casilla en la que puede descansar y en la que los demás jugadores no pueden pisar.

    En "La casa", de Macotera, se sigue el mismo recorrido de "El himbo"; el jugador exclama, al mismo tiempo que se salta de una casilla a otra: "himbo  en la primera; "cachimbo" en la segunda; "ganso" en la tercera; en la cuarta, "descanso", y se descansa; "pirí pipi" en la siguiente; "glorias" en la penúltima; en la última "pirí pipi", y se sale por la primera diciendo "descanso".

    Después se vuelven a recorrer las casillas saltando con los pies juntos y con los ojos cerrados, a la vez que se pregunta: "¿Piso?"; si los demás jugadores aseguran "sí", pierde, por pisar raya; si dicen "no", continúan hasta hacer todo el recorrido. Después, el jugador se pone de espaldas y, sin mirar, tira la tangana hacia atrás, adjudicándose en propiedad la división en la que cae.

Otras variantes

    En muchos lugares el juego se ha simplificado en la actualidad a recorrer los cuadros a la "pata coja", desplazando un tejo con el pie que se apoya en el suelo. Las figuras son similares a las anteriores, aunque los nombres varían, incluso en una misma población: "Los cuadros" o "El tejo", ambas en Daroca; "Calderón" en Cubel; "Las calderas" en Villarreal de Huerva, etcétera.

    En Menasalbas (Toledo) se jugaba a "El truque" con la misma figura de "Los cuadros"; la "china" (trozo de teja) se echa a la primera casilla y "a conche" (a la "pata coja") se impulsa fuera. Después se tira a la segunda, realizando la misma acción, empujando la "china" a la casilla primera y al exterior; así sucesivamente se daban varias vueltas. Actualmente se juega en una figura con dos casillas más que la anterior, denominada "Escalera"; también se siguen otras reglas: la piedra o "china" se tira a la primera casilla y, desde la última, el jugador se desplaza a saltos laterales, apoyando ambos pies, uno en la casilla 8 y otro en la 7, después en la 7-6, 6-5, 5-4, 4-3, 3-2, 2-1 (se impulsa la "china" fuera con el pie) y sale; a continuación se tira la "china" a la casilla 2, recorriendo igual la figura para desplazar la "china" a la casilla 1 y fuera (3).

    Paulette Lequeux (4) denomina "El rectángulo griego" a la misma figura que en Soria conocen con el nombre de "Calderón del 10". Según Lequeux, esta rayuela se encuentra en la actualidad con frecuencia en las calles de Atenas.

    El tejo se empuja de una casilla a otra con el pie, saltando a la "pata coja", empezando por la primera casilla. Si un jugador se cansa o pierde el equilibrio puede "hacer punta", o lo que es lo mismo, apoyar la punta del pie inactivo sobre el otro pie. Esto se puede hacer hasta cinco veces por cada vuelta completa. Cuando todos han hecho el primer recorrido se impulsa el tejo a la casilla segunda, procediendo del mismo modo, y así sucesivamente.

    La segunda fase consiste en hacer el mismo recorrido a la "pata coja", pero con el tejo en la mano. En la segunda vuelta se saltan los cuadros de dos en dos.

    En la tercera fase, y última, se empuja el tejo con el pie, izquierdo o derecho, pero en diagonal.

La semana y La escalera

    En el artículo anterior ya recogíamos varias figuras en las que algunas casillas se nombraban con los días de la semana. En España una de las rayuelas más conocidas es la que se conoce con el nombre de "La semana", denominada así por corresponder a cada cuadro un día de la semana. El juego es sencillo: se recorre la figura a la "pata coja", empujando el tejo de un día a otro, comenzando por el "lunes" en la primera vuelta; después por el "martes", y así sucesivamente. Se puede descansar el "jueves". En Teruel el juego se denomina "La luneta" y la figura es el "marro".

    Otra figura similar es la denominada "Escalera", formada por un rectángulo dividido en casillas. El juego es tan sencillo y simple como el anterior. Lequeux dibuja esta figura con cinco casillas y la llama "Rectángulo en escalera" (5).

    Tirado (6) dibuja seis cuadros en escalera, sin numerar; el juego, denominado "La tejilla", toma el nombre del tejo (tejilla de arcilla) que se lanza desde un metro del campo de juego.

    Tomás Blanco (7) recoge otra figura de El Pedroso de La Armuña (Salamanca), llamada "La pasarela", que comparte las mismas reglas de juego que las anteriores.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) VV.AA.: Juegos de ayer... para hoy. Centro de profesores, Calatayud, 1989, pp. 123 y 124.

(2) BLANCO GARCÍA, Tomás: Para jugar como jugábamos. Colección de juegos y entretenimientos de la tradición popular. Centro de Cultura Tradicional, Salamanca, 1995, pp. 86 a 96.

(3) Información facilitada por Virgina Escobar.

(4) LEQUEUX, Paulette: Juegos + de 1000, para todo lugar, casa, escuela, campo, playa... Reforma de la escuela, Barcelona, 1984, pp. 159 y 160.

(5) Opus citat. p. 157.

(6) TIRADO ZARCO, Miguel: Juegos para niños. Perea ediciones, Madrid, 1987, pp. 18 y 19.

(7) Opus citat. p. 92.

El plan o el descanso

El plan o el descanso

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón, Domingo, 9 de marzo de 1997

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ 

    Seguimos con los juegos de "rayuelas" y "tanganas" o "tejos" cuya principal característica consiste en desplazar la piedra o el tejo con el pie. Las denominaciones del juego, así como las formas de las figuras, se han ido adaptando y simplificando, respectivamente, aunque todavía tenemos algunas clásicas de las que no hemos hablado.

La marelle

    La "rayuela" o "calderón" que veíamos en los artículos precedentes, en Francia se denomina, genéricamente, "marelle". "La marelle" toma su nombre de la antigua palabra francesa "méreau", que designaba la piedra plana con la cual se juega; "méreau" se transformó en "mérelle" y posteriormente en "marelle".

    Martine Basset (1) nos revela el origen de la palabra "marelle" y también nos dice que los niños chinos juegan al "dragón" con las mismas reglas, mientras que en Birmania saltan en cuclillas con las manos apoyadas en las caderas. Desde la Edad Media hasta el siglo XIX era un juego tanto de adultos como de niños, mientras que en la actualidad lo practican los niños y las mozas.

    Del mismo modo que sucede con las "rayuelas", existen muchas variantes en las "marelles", tanto en las formas como en las reglas del juego. Las figuras también han ido evolucionando a figuras más sencillas; una de las más antiguas que hemos encontrado se conoce con el nombre de "La mesa" y es similar al "Calderón" del artículo anterior.

    "La mesa" se compone de tres rectángulos sucesivos, un cuadrado dividido en cuatro triángulos (conocido como cuadrado chino) con el triángulo "mesa", otro rectángulo dividido en "infierno" y "luna", y el "paraíso". La descripción del juego que hace Paulette Lequeux es la siguiente: "En cada etapa del juego el tejo se arroja a una casilla, respetando el orden numérico, y el jugador debe ir a su encuentro tras haber recorrido todo el circuito (deteniéndose en Mesa, Luna y Paraíso, y pasando por encima del Infierno), para hacerlo salir evitando las Llamas y los Traficantes de vino" (2).

    Basset nos aporta varias "marelles" en las que se empuja el tejo con el pie, aunque no se puede efectuar más de tres maniobras para sacarlo de la casilla en la que se encuentra:

    "Le pousse-pousse" (El empuja puja) es similar al que nosotros conocemos con el nombre de "La semana", aunque la distribución de los cuadros es diferente. El juego consiste en ir desplazando, a la pata coja, el tejo de una casilla a otra. En la del "jueves" se pueden apoyar los dos pies, igual que veíamos en "La rayuela". La segunda vez que se hace el recorrido se comienza en la casilla del "martes", siendo obligado saltar la del "lunes"; así sucesivamente hasta que se tira el tejo a todas las casillas. Después se hace en sentido contrario, del mismo modo.

    El juego que denomina "Les croisés" (Las cruces) es igual, pero siguiendo el orden de las flechas que indica la figura.

    "Les passe-carreaux" (El salta cuadros) se juega en dos vueltas, según vemos en los dibujos, pero no se pueden apoyar los dos pies en ninguna casilla.

    Una variante del primero ("Le pousse-pousse"), se conoce como "Le tour du monde" (La vuelta al mundo), y consiste en empujar el tejo sólo una casilla, cada vez que se da una vuelta a la "pata coja", comenzando desde el lunes, hasta sacarla al exterior.      "La marelle des écoliers" (Marelle o rayuela de los escolares) también es muy parecida; cada vez se lanza la piedra o tejo a una casilla, siguiendo el orden, y, a la "pata coja", hay que ir a esa casilla para hacer el mismo recorrido en dirección opuesta, casilla por casilla, hasta volver a la "tierra". Hay una variante en la que se permite apoyar los dos pies por fuera, en el ángulo exterior de la casilla 3, saltando al mismo tiempo que se da media vuelta.

    "Le carré échelle" (El cuadro de la escalera) es igual que el anterior; sólo se diferencia en el dibujo.

    "La marelle des jours" (Los días) es similar a la "marelle" de "La mesa", o al "Calderón", con "infierno". Durante el juego no se pueden apoyar los dos pies en el suelo ni pisar el "infierno". Del "domingo" se pasa al "lunes" y tras el "sábado" se llega a la "luna"; desde este círculo, de un sólo golpe, hay que sacar la piedra atravesando la longitud de la "marelle" y pasando entre las "llamas" (situadas en ambas esquinas exteriores de la casilla 1).

    Paulette Lequeux (3) señala un método utilizado para elegir al primero en jugar: "Un jugador apoya firmemente un talón en la tierra blanda, y haciendo girar el pie dibuja un círculo con la punta del zapato. Todos los participantes deben arrojar sus tejos desde dos o tres metros de distancia, por turno, y el que consigue acercarlo más al «monigote» dibujado en el suelo es el primero en jugar".

    Lequeux denomina "El rectángulo francés" a la figura que Basset cita con el nombre de "La marelle pousse-pousse", incluyendo las siguientes fases:

    1ª.- "El camino recto", que coincide con "Le pousse-pousse" de Basset.

    2ª.- "El camino de los escolares" es idéntico a "La marelle des écoliers", aunque esta figura no era exactamente igual.

    3ª.- "Saltando el arroyo" coincide con las dos vueltas de "Les passe-carreaux".

    "La vuelta a Francia" también es idéntico a "Le tour du monde".

El plan y el descanso

    Larraz y Maestro (4) describen diversas variantes del juego denominado "El plan", formado por un rectángulo dividido en seis casillas. El juego es prácticamente igual que la "marelle" denominada "Le pousse-pousse". La figura se pasa en las siguientes fases o recorridos, entre otros:

    1ª.- Se recorren todos los números empujando el "tejo" con el pie, descansando con los dos pies en la 4.

    2ª.- Se conoce como "la vuelta", el recorrido se hace al revés.

    3ª.- "A cadenetas". Se hace el recorrido de ida siguiendo las casillas 1,6,5,2,3,4 y en el de vuelta de la 4 a la 5, 2, 1 y 6. A continuación se lanza al 6, 2... 

    4ª.- "Las cruces". Se lanza el tejo al cuadro 1 y de allí, en diagonal, se va empujando al 5, 3, 4 (descanso), 2, 6 y fuera. Luego al 5 y así sucesivamente.

    El jugador que finaliza esta última fase elige una "casa", en la que podrá descansar y permitir o no que otros jugadores entren en ella. Vence el que más casas obtiene. Las reglas del juego pueden cambiarse a capricho de los jugadores: empujar el tejo con uno o varios golpes; cuando se falla y se recupera el turno el jugador sigue desde la casilla que se quedó, etcétera.

    En algunos lugares la figura del "plan" se conoce con el nombre de "El descanso" (5). El juego es similar, aunque, curiosamente, en este caso no se puede "descansar" en ningún cuadro. El tejo se va echando a cada una de las casillas, sucesivamente, tras hacer el recorrido a la "pata coja" empujando el tejo con el pie apoyado en el suelo. Si se hacen "malas" pasa el turno a otro compañero. Cuando alguien finaliza el recorrido, se coloca de espaldas a las casillas 4-3 y lanza el tejo hacia atrás para conseguir una "casa", en la que los demás no podrán pisar pero servirá de "descanso" a su dueño.

    Una variante del juego consiste recorrer todas las casillas a la "pata coja", cada vez que se lanza el tejo siguiendo el orden de los números pero sin pisar la que lo contiene, y volver a la "pata coja" hacia atrás hasta llegar al tejo; a partir de esa casilla se empuja el tejo, casilla a casilla, hasta echarlo fuera. Cuando se llega a la casilla 6 se empuja el tejo por todas las casillas. La "casa" se obtiene del mimo modo.

    Otros nombres con los que se conoce este juego son: "chirivites", "semana", "internáculo", "cosecojita" y "charranca".

BIBLIOGRAFÍA

(1) BASSET-CLIDIÈRE, Martine: Le guide marabout des jeux de plein air. Marabout, 1989, pp. 27 a 36.

(2) LEQUEUX, Paulette: Juegos + de 1000, para todo lugar, casa, escuela, campo, playa... Reforma de la escuela, Barcelona, 1984, p. 162.

(3) Opus citat., pp. 156 a 159.

(4) LARRAZ URGELES B. Alfredo y MAESTRO GUERRERO, Fernando: Juegos Tradicionales Aragoneses en la Escuela. Mira Editores-DGA, Zaragoza, 1991, pp. 87 a 89.

(5) VV.AA.: Juegos de ayer... para hoy. Centro de profesores, Calatayud, 1989, pp. 122 y 123.

Tejo, calderón o infernáculo

Tejo, calderón o infernáculo

Tejo, calderón, infernáculo y viaje europeo

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DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón, Domingo, 9 de febrero de 1997

José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

     Las palabras que ocupan el título de este artículo son algunas de las muchas denominaciones que podemos encontrar en nuestro país, y en otros lugares del mundo, del juego de "La rayuela". Estos nombres provienen del objeto que se utiliza para lanzar sobre los cuadros, o diagrama, trazados en el suelo; del dibujo propiamente dicho, formado por calderas o cuadros, o del nombre que recibe una de las casillas más significativas, el "infierno", como también lo es el "calderón".

El tejo

    Pedregal (1) nos presenta el juego de "El tejo", según podemos observar en el dibujo, con las reglas generales que veíamos en "La rayuela", pero con algunas variantes adaptadas a este diagrama:

    Cuando el jugador impulsa el tejo con el pie para echarlo fuera, debe pasar entre las líneas señaladas en la figura con las letras m y n, llamadas "fieles". En la casilla del "infierno" no se puede echar el tejo ni el jugador puede pisarla; si así ocurriera, del mismo modo que cuando el tejo o el jugador pisa alguna raya, se deja de jugar y pasa el turno al siguiente. En el "descanso", por el contrario, se pueden apoyar los dos pies antes de impulsar el tejo.

     Una vez que todos los jugadores han llegado hasta el "descanso", se inicia la segunda parte del juego: desde esta casilla el jugador pasa a los cuatro triángulos denominados "pantalones", apoyando los pies en los números 2 y 3, alternando de un salto los pies, tras dar media vuelta. Se procede del mismo modo con los triángulos 1 y 4, echando el tejo fuera.

    Por último se tira el tejo al semicírculo, pudiendo descansar en él, y se golpea con el pie haciéndolo pasar sobre todos los cuadros y por entre los "fieles".

Calderón

    Santos Hernández (2) nos presenta una figura prácticamente idéntica a la de Pedregal. Debajo del "cielo" lleva cuatro divisiones, denominadas "campanas"; la "angosta" recibe este nombre por ser una casilla más estrecha que las demás; al contrario, la "descansa" es mucho más ancha. A los dos redondeles de la parte inferior se les llama "ventas" o "ventanas".

    Las condiciones del juego las imponía el jugador que tenía peor suerte en el orden de participación. Éstas estaban relacionadas con las siguientes opciones, entre otras:

    a) Se puede o no asentar el pie levantado cada vez que el jugador sale de la figura.

    b) Poder cambiar de pie para descansar, en cada jugada o en todo el juego.

    c) Posibilidad de preparar el tejo o tangana antes de darle un puntapié, siempre que esté en mala posición.

    d) Acabar el juego cuando se recorre toda la figura o recorrerla también comenzando por el lado opuesto, y dar, además, algunas vueltas a su alrededor.

    El desarrollo del juego es como veíamos en "El tejo". El jugador que en cada momento recorre el "calderón" es el "mano". La parte más complicada del recorrido son las "campanas", ya que se lanza la tangana desde el mismo lugar que para las casillas anteriores.

    Primero se lanza la "tangana" a la "campana" 1 y se va hasta ella a la pata coja, desde allí se da un salto apoyando el pie derecho en la 2 y el izquierdo en la 3; de otro salto, al mismo tiempo que se da media vuelta, se cambian los pies, el izquierdo en la 1 y el derecho en la 2. A continuación se da otro salto colocando los pies en las casillas 4 y 1, respectivamente, y viceversa. Los mismos saltos se dan cuando se tira la "tangana" al "cielo" y siempre que se pasa por ellas.

    Desde el "cielo", se coloca la "tangana" con el pie levantado en el otro, sin tocarla con las manos; otras veces se pone con la mano sin apoyar el otro pie y, así, se tira fuera, pero siempre saliendo por entre las dos "ventanas".

    El jugador pierde el turno cuando comete alguna de las faltas ya señaladas en "El tejo". Si se pierde el turno, cuando se vuelve a jugar se comienza por la misma casilla que se falló, excepto cuando se pisó el "infierno" o cayó en él la "tangana", entonces se comienza desde el principio. Si concluyen dos o más personas en el mismo turno, se disputan la victoria con algún ejercicio difícil.

El infernáculo 

    Esta es otra denominación con la que se conoce "La rayuela", tomando el nombre de la casilla "prohibida", según veíamos en la descripción anterior.

    Frederic V. Grunfeld (3) nos habla de los numerosos diseños que se pueden encontrar por países de todo el mundo. De las variantes que describe, diferencia los infernáculos del "Cielo y la Tierra", del "Agua" del "Correo", de la "Semana", de la "Luna" e "Infernáculo inglés". En las fotografías que aparecen niños jugando también podemos apreciar otros de distintas procedencias: neoyorquina, parisina, niñas de Chana y dos dispares de Nepal.

    En el "Infernáculo del Cielo y la Tierra" el tejo se lanza desde el rectángulo "Tierra". En la primera parte del juego se va tirando el tejo a cada una de las casillas y se recoge, saltando de una casilla a otra, hasta volver al punto de partida.

    Cuando se llega al "cielo", se sigue el mismo proceso en sentido inverso. No obstante, si al lanzarlo al "cielo" cae en la zona señalada con la "G", el jugador evita recorrer la figura de las siete maneras diferentes que señalamos a continuación:

    1ª. Sosteniendo el tejo sobre el pie lanzado, se deben saltar todos los cuadros, de uno en uno, hasta el "cielo", regresando a la "tierra". Si se cae el tejo se pierde la vez.

    2ª. Del mismo modo con el tejo sobre la cabeza.

    3ª. Ahora llevándolo sobre el dedo índice.

    4ª. Después con el tejo sobre el antebrazo.

    5ª. Se complica colocando el tejo sobre la rodilla derecha.

    6ª. La siguiente sobre la izquierda.

    7ª. Con los ojos cerrados y la cabeza erguida, también saltando de cuadro en cuadro. Los demás jugadores dicen "caliente" si el salto es correcto, y "frío" si comete fallo.

    El juego no termina todavía; a continuación, el jugador que consiga hacer los citados recorridos, desde la "tierra" y de espaldas, debe lanzar su tejo por encima del hombro para que caiga en alguna casilla de la figura. Si el tejo cae en uno de los cuadros sin pisar raya, el jugador que lo lanza puede escribir sus iniciales en él, convirtiéndolo en su "casa". En lo sucesivo, este jugador puede descansar en ella con los dos pies y los demás deberán saltar por encima cuando les toque jugar.

    Grunfeld señala otras reglas que se suelen aplicar en el juego, además de las habituales de no "pisar raya" con el pie o con el tejo, perdiendo la vez para dejar paso a otro jugador, igual que ocurre cuando el tejo cae en un cuadro que no corresponde:

    a) Cuando se descansa en el "cielo" se pueden apoyar los dos pies y corregir la posición del tejo como convenga.

    b) Si el tejo cae en la sección "tras" del "cielo", el jugador no puede hablar ni reír durante el resto del juego. Si lo hace, queda eliminado definitivamente del juego.

    c) Por último, si el tejo cae en el "infierno", se pierde la vez y se debe empezar desde el principio, cuando vuelva a tocar.

El viaje europeo

    Santos Hernández (4) todavía nos enseña otra "rayuela", ejemplo de las múltiples modificaciones que hacen los niños, adaptándolas a sus aficiones o caprichos particulares, transformando, igualmente, la figura y ajustando las normas. Santos Hernández comenta que las ha visto con nombres de minerales, plantas, animales, inventores insignes, batallas célebres, días de la semana, meses del curso, nombres de puertos, ríos, montes, ciudades, etcétera.

    En el "viaje europeo" se pueden aplicar las mismas reglas que a las otras figuras anteriores, aunque observamos en la figura algunas variantes: no tiene "infierno" ni "descanso", pero si la tangana cae en "Alemania" fuera del orden que corresponde, se pierde. De "Dinamarca" se pasa a "Suecia", "Noruega", "Rusia" y "Alemania". Al visitar "Alemania" se puede descansar.

    De regreso se realiza el recorrido inverso y, a veces, se impone la condición de llevar la "tangana" con uno o varios puntapiés. "Italia" se visita dos veces; en la segunda se saca la "tangana" por entre los "machetes". 

BIBLIOGRAFÍA

(1) PEDREGAL PRIDA, Francisco: La educación gimnástica. Madrid, 1895, pp. 340 a 342.

(2) SANTOS HERNÁNDEZ, P.: Juegos de los niños en las escuelas y colegios. S. Calleja, Madrid, pp. 71 y 73.

(3) GRUNFELD, Frederic V: Juegos de todo el mundo. Madrid, Edilan, 1978, pp. 165 a 167.(4) Opus citat. p. 73 y 74.

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La rayuela

La rayuela

El juego de la rayuela en diferentes lugares de España e Italia

 

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

  Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón, Domingo, 2 de febrero de 1997

  Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

       En los próximos artículos vamos a tratar de un juego muy extendido por todo el mundo; el repertorio con el que se denomina es amplísimo, y también son muchas las pequeñas variantes que se pueden observar en el modo de jugar, así como en las formas que adopta la figura protagonista del juego.

     No debemos confundir diferentes juegos que reciben el mismo nombre, "rayuela" o "tejo", que poco tienen que ver con los que nos ocupamos; toman el mismo nombre juegos en los que se utiliza un tejo o en los que se juega teniendo como referencia una línea o raya.

     Iniciaremos el repertorio con los datos bibliográficos más antiguos que poseemos, que ya hacen referencia a que este juego era conocido entre los griegos y egipcios. Una de las figuras más antiguas que se conocen está trazada en el foro de Roma. Según algunos autores, durante la expansión del imperio romano, los soldados enseñaban este juego a los niños utilizando las pavimentadas superficies de las calzadas empedradas que construían a su paso (1).

 Modo de jugar

    La denominación de "rayuela" es la más extendida; con este nombre se identificaba a todas las figuras propias de este juego. La más común era rectangular, con uno de sus extremos terminado en medio punto, y dividida en siete compartimentos, en forma de escalera. Se trazaba sobre el suelo con una piedra o se dibujaba con tiza si la superficie lo permitía.

    Las normas de juego que nos aporta Fraguas (2) son las siguientes:

    «El jugador, empezando por la parte inferior o recta del rectángulo, echa una pequeña piedra plana, redonda o cuadrada, sobre la primera división, y penetrando en ella sosteniendo solamente sobre el pie derecho, tiene que hacer salir la piedra por el sitio donde entró. Concluido esto, la arroja a la segunda división y hace lo mismo, y sucesivamente va efectuando la misma operación en los demás espacios de la figura, aumentando la dificultad a medida que avanza. Como la posición no deja de ser molesta, les está permitido a los jugadores descansar en el espacio cuarto y en el séptimo, con prohibición absoluta de hacerlo en los otros cinco».

    El jugador pierde cuando comete alguno de los siguientes errores: descansa en las casillas citadas, pisa alguna raya, la piedra queda sobre una raya, lo que se denomina "caer en raya", sale por uno de los lados laterales, cae en uno de los espacios que no le corresponde o sale de la figura.

Variantes

    Partiendo de una forma inicial de la figura, cada pueblo la ha ido modificando a su capricho, resultando algunas complicadísimas. No obstante, el juego tiene sentido y lógica, tanto en su manera de jugar como en las denominaciones que adopta.

    Los espacios que predominan en la figura son siete, coincidiendo, casi siempre, el cuarto con el "descanso" o con el "jueves", y el último o séptimo con el "domingo", la "corona", el "cielo" o la "gloria", según podemos observar en las figuras.

    No es extraño que en algunos lugares se denomine al juego "La semana", puesto que en cada casilla, por orden, se anotan los días de la semana, y en otros reciba el nombre de "El descanso", tomando el nombre del cuadro más deseado. La casilla del "descanso" coincide con el "jueves", guardando analogía por lo que para los niños significaba el jueves: día en el que antaño los niños no tenían clase en el colegio por la tarde y, cuando iban, era para salir al campo con el profesor para divertirse. Así, el jueves era comparable al domingo, día de asueto. Del "domingo" sólo cabe decir que para los niños era el día grande de la semana, sin el profesor; jugaban durante toda la jornada, como vulgarmente se decía, tomando la expresión que recoge Fraguas, "a casquete quitao".

    La diversidad de figuras que podemos apreciar supone, igualmente, pequeñas variantes enriquecedoras en la manera de jugar. Una muestra es la figura 3 de Fregenal que nos aporta Fraguas, según la descripción que le facilitó Luís Romero Espinosa:

    «El jugador que por la suerte le toca ser mano, tira la china a los cuatro triángulos A, B, C y D, por orden, cuidando de que no caiga en raya, y la saca "pijoteando" sin pisar las rayas» (3). Los saltos de esta primera división de los cuatro triángulos, comprendidos dentro del primer cuadro, se dan, primero al triángulo A, después al B, sin pisar la raya que las separa, a continuación al C y al D. Del último triángulo se va pasando la china o tejo (también denominada "teta") a los seis espacios siguientes.

    En el "cielo" termina el juego y el que primero llega (se denomina "mano" al que está jugando) despide "pijoleando" su "teta", y del mismo modo cruza todas las casillas, continuando de este modo hasta que otro jugador (denominado "porra") la recoge. El "porra" tiene que dejar la "teta" en el primer espacio y dar alcance al "mano", que ha continuado en dirección contraria a la que lanzó la "teta". Una vez cogido el "mano" por el "porra", éste lleva a aquél "a cuestas" desde ese lugar hasta donde se encuentra la figura. «Se pierde al pisar las rayas, "al montar" (pisar la tejoleta) o al sacar la "teta" por los "pucheros", indicados por dos pequeños círculos en la figura».

    En los demás modelos se juega de forma similar. De las palabras que aparecen en los cuadros, Fraguas sólo nos descubre el significado de "pelulta", repetida en varias figuras, que significa penúltima.

La teta

    Según los datos que nos proporciona Fraguas, en Villafranca, además del juego del que nos ocupamos, que denominaban el "chinche", practicaban otro que llamaban la "teta"; éste únicamente cambiaba en la forma, pero no en el modo de jugar.    Alguna otra variante destacable presentan en Estepa. El juego es idéntico en las seis primeras casillas: se tira la "tolda" (tejoleta) y se saca con el pie; en el séptimo, sin descansar, se coge la "tolda" y se coloca en la corva de la pierna que está en el aire, y sin que se caiga se sale "pijoleando". En el recuadro "caliente", se pone la tejoleta en la boca.

     En la descripción que hace Fraguas de cómo se juega en la última casilla, "mocha", podemos advertir la moda imperante en el siglo pasado: «en "mocha", después de quitarse el sombrero, se pone la tolda en la cabeza» ("mocha" significa cabeza). Lógicamente, si la tejoleta cae de cualquiera de estas partes, pasa el turno al siguiente jugador.

    Los círculos que aparecen en el centro de las figuras de Olvera y La Rambla son hoyos que sirven para lanzar el tejo y saber quién inicia el juego. 

    Esta última figura es de las más complejas; además, una vez realizado todo el recorrido, el jugador debe someterse a dos pruebas para ganar. La primera se denomina "punta": desde el inicio del rectángulo, el jugador se coloca el tejo o piedra en la punta del pie y tiene que lanzarla a la "corona". Superada esta parte de la prueba, debe recorrer toda la figura a la "pata coja", sin descasar, y sacar el tejo de un único puntapié por la primera casilla, sin tocar los "quiricoles" (círculos señalados en los ángulos inferiores del rectángulo).

    La segunda prueba, conocida con el nombre de "la ciega", consiste en repetir la misma operación con los ojos vendados, sólo apta para los jugadores más diestros. El que pierde debe llevar "a cuestas", dando un número de vueltas convenido previamente, alrededor de la figura, al que en primer lugar consigue la proeza de superar todos los recorridos. 

BIBLIOGRAFÍA

(1) GRUNFELD, Frederic V.: Juegos de todo el mundo. Edilan, Madrid, 1978, p. 165.

(2) FRAGUAS, José E.: Tratado racional de gimnástica y de los ejercicios y juegos corporales. Madrid, 1894, Tomo III, pp. 526 a 531.

(3) Opus citat, p. 530.

Ver el artículo con más ilustraciones:

http://garcia-adell.blogspot.com.es/2008/12/la-rayuela.html

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Las milorchas y el Montgolfier

Las milorchas y el Montgolfier

El Campo del Sepulcro de Zaragoza era el lugar favorito para este deporte indígena. En aquella explanada se daban cita los aficionados al inocente juego que estuvo de moda mucho tiempo. La llegada de los globos aerostáticos acabó en Zaragoza con el milorcheo

 

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

 Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón, Domingo, 31 de marzo de 1996

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ 

    Tras las especulaciones de Leonardo de Vinci sobre la posibilidad de imitar el vuelo de las aves, los primeros resultados satisfactorios fueron los obtenidos por los hermanos Montgolfier. En 1783 lograron elevar globos aerostáticos llenos de aire caliente (que denominaron montgolfier). 

    El invento lo desarrollaron después de comprobar cómo se elevaba un paralelepípedo de papel vitela, hinchado con aire caliente obtenido al quemar lana y paja húmeda. 

    El 19 de septiembre de 1783, en los jardines de Versalles, ante el rey y la corte francesa, los hermanos Joseph y Etienne lanzaron un globo esférico del que iba suspendida una jaula de mimbre con un cordero, un gallo y un pato, que soportaron perfectamente la ascensión. 

    A finales del siglo XIX surgieron los primeros aeroplanos, imitando el vuelo de las cometas o milorchas (milochas).

Las milorchas

    Los Montgolfier también dieron nombre a los globos de papel, conocidos igualmente como globos aerostáticos, generalmente grotescos, que durante años, y aún en la actualidad, han hecho las delicias de los niños en toda clase de fiestas.

    Desde mediados del siglo pasado y hasta 1857, en que se vieron por primera vez en Zaragoza los globos aerostáticos, las milorchas (nombre con el que se conocía en Zaragoza la popular diversión de las cometas) fueron el entretenimiento que más entusiasmó a jóvenes y mayores en la capital aragonesa. Tuvo tanta importancia la diversión y espectáculo que propició una floreciente industria (1). 

    No había en Zaragoza un solo hijo de vecino que no tuviera su milorcha; las había de todos los tamaños, unas más baratas que otras. Mariano Gracia recordaba donde practicaban aquella afición que traía loca a medio Zaragoza: "Nuestro lugar preferido para dedicarnos a aquel sport indígena, era el campo del Sepulcro. Nos dábamos cita en esa explanada todos los aficionados al inocente juego luciendo nuestras respectivas milorchas decoradas con figuras de colores y con grotescos rabos" (2).

    Entre todas las milorchas, la reina fue la del Chapero. Era tan colosal, según nos relata José Hijazo, que una vez suspendida en el aire se la hacía subir o bajar por medio de un torno de madera empotrado en el suelo del Campo del Sepulcro. Cuando la gente barruntaba que iba a ser lanzada, acudía numeroso público a presenciar el espectáculo.

    En las cometas se inspiraron los inventores del aeroplano; en los primeros momentos se llegaron a construir grandes cometas con un "pasajero", hasta que se perfeccionó el nuevo invento.

    La llegada de los globos aerostáticos acabó en Zaragoza con las milorchas. De aquella esplendorosa época, según contaba Hijazo, sólo quedó durante un tiempo la frase: "¡no sé dónde echaré esta tarde la milorcha!", como sinónimo de pasarlo bien.

El "Observador"

    En el verano de 1857 llegó a Zaragoza una compañía de "piculines", procedente de Madrid, para ofrecer varias funciones en la Plaza de Toros. Uno de los artistas del espectáculo fue el famoso acróbata Mr. Esteban Buislay, que realizaba arriesgados ejercicios; pero lo más interesante para el público llegaba al final de la función. Un globo monstruo, a lo montgolfier, llamado "Observador" hacía su triunfal ascensión.

    Lo más atrayente del espectáculo, según narraba José Blasco (3), era la operación de hinchar el aerostato. Los concurrentes se echaban al redondel y luego resultaba imposible hacerlos volver al sus localidades. En la segunda exhibición ya tuvo que tomar cartas en el asunto la autoridad.

    A la barquilla subía el hijo de Buislay, Julio, un joven de unos 15 años. La despedida resultaba conmovedora; padre e hijo se abrazaban estrechamente antes de separarse. Al soltar amarras la gente se quedaba con la boca abierta contemplando como el globo desaparecía por las alturas. En ese momento, los espectadores salían de la plaza y muchos, corriendo por sendas y caminos, saltando márgenes y brazales, iban al lugar donde caía, celebrándose con gritos, vivas y aplausos el descendimiento del joven Buislay.

    Según comentaba José Blasco, era tan grande el número de curiosos que acudían a prestar auxilio al aeronauta, que muchas fincas de la huerta sufrían serios quebrantos. Para evitar estos males, en sucesivas ascensiones se pregonaba por las calles esta advertencia: "Se suplica al respetable público que concurra esta tarde a la plaza de toros y al que no asista, que el globo será auxiliado por servidores de la compañía y guardas de los términos de la ciudad, prohibiéndose, bajo multa, transitar por los campos sin otro pretexto".

Los "Montgolfier" en Huesca

    Un siglo después de que se inventara el globo aerostático, y unos cuantos años antes de que se hicieran las primeras demostraciones de la aviación, en Huesca eran habituales las pruebas de aeronautas subidos en sus globos para ascender hasta las alturas.

     La presencia de estos monstruos, llenos de aire con tripulante, se hacía coincidir con fiestas de San Lorenzo. Era el momento propicio para que fuera más rentable el "negocio", por la concentración de gente acentuada con la llegada de numerosos forasteros.

    A continuación señalamos algunas demostraciones que se pudieron presenciar entre el siglo pasado y el presente en la capital altoaragonesa: 

    En 1884, el aeronauta J. Ruiz Budoy, subido en el trapecio que colgaba de su Montgolfier, ascendió en la plaza de Zaragoza para descender, sin dificultades, en una colina cercana al próximo santuario de Cillas (4).

    Como podemos observar en grabados de la época, algunos de estos navegantes aéreos eran verdaderos trapecistas o piculines, por utilizar un término habitual en aquella época. Colgados de un trapecio, se elevaban con el globo realizando diferentes piruetas, mientras el globo navegaba al capricho del viento y hasta que caía.

    En 1888, el día que se había programado la ascensión del globo se suspendió, a consecuencia de haberse caído un madero que lo sujetaba, produciendo graves heridas a un niño que cogió debajo. No obstante, al día siguiente, el aeronauta Onrey ascendió con su nuevo globo, elevándose a respetable altura. En el descenso tuvo varios incidentes, con el peligro que supone desde tales alturas. Cuando toco tierra, Onrey fue muy felicitado y aplaudido.

    Todos los años, durante las fiestas de San Lorenzo, se soltaban los clásicos globos aerostáticos grotescos, construidos con papel. En 1900, además de estos pequeños artilugios, el aeronauta Ranea acudió a Huesca para elevarse con su globo montgolfier bautizado con el nombre de "Ciudad de Cádiz".

    En 1901 se seguía anunciando, como número extraordinario del programa de festejos, la actuación del aeronauta Onrey, que iba a realizar una ascensión en su globo "La Francia", pero el viento adverso impidió los intentos del tripulante, con la consiguiente decepción de la multitud que se había congregado en el Paseo de la Estación.

    Las ascensiones eran verdaderamente arriesgadas. El propio Marcelo Onrey había sufrido varios accidentes graves: en Cartagena cayó a dieciocho millas de la costa; en Tolosa se le incendió, quedando su globo de mil doscientos metros reducido a dieciséis. Estos y otros detalles curiosos se podían ver en un álbum que siempre llevaba consigo el capitán Onrey.  

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) Así lo contaba José BLASCO HIJAZO: ¡Aquí Zaragoza! Tomo 1, Edición Facsimil, Zaragoza, 1988, pp. 128 y 129.

(2) Mariano GRACIA: "De mis buenos tiempos. Memorias de un zaragozano. XXX", en Heraldo de Aragón, 7 de mayo de 1906.(3) José BLASCO HIJAZO: Opus citat. pp. 130 y 131.(4) En Diario de Avisos, 13 de agosto de 1884.

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Crónicas oscenses en “El Ciclista”: Eloy Pá

Crónicas oscenses en “El Ciclista”: Eloy Pá

Mariano Pelayo, conocido como “Eloy Pá”, contribuyó con sus interesantes crónicas en “El Ciclista” a que Huesca estuviera entre las primeras localidades ciclistas de España. Fue iniciador de la carrera Barcelona-Reus y un defensor decidido de la proyectada Unión Velocipédica del Este

 

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

 Publicado en “Domingo”, suplemento del Diario del Altoaragón, Domingo, 14 de marzo de 1999

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

    Al iniciarse la última década del siglo pasado surgió en Barcelona la revista deportiva El Ciclista, órgano difusor de los aficionados ciclistas, aunque entre sus páginas también se recogían informaciones de otros deportes: esgrima, regatas, hípica...

    Esta revista tenía periodicidad quincenal y raro era el número en el que no aparecieran noticias del ciclismo altoaragonés, principalmente de Huesca y de Barbastro. Las referencias y crónicas, firmadas casi todas ellas por Eloy Pá y Manuel Ricol, nos permiten conocer los hechos y circunstancias que rodearon a los artífices del pedal en sus inicios. El interés de esta información y la abundancia de datos que aportan los clubes velocipedistas de Huesca y Barbastro, considerados pioneros del ciclismo nacional, difícilmente pueden resumirse en un artículo, así pues, junto con las noticias de otras fuentes, abordaremos el tema con más amplitud.

    Eloy Pá, natural y vecino de Huesca, nació en 1862, era de profesión comerciante y un entusiasta del ciclismo, o poeta ciclo-maniaco, como lo calificaba Luis Gracia Vicién.

Los atractivos de las fiestas ciclistas

    A finales del año 1892, después de un forzoso y prolongado silencio, Pá escribía de ciclismo poco después de haber presenciado las carreras internacionales celebradas en Barcelona, en las que participaron los franceses Fournier, recordman del mundo; Echalié, campeón de Francia; Médinger, campeón de Europa, y de Girardin.

    Eloy Pá todavía guardaba en su retina las emociones proporcionadas por su fiesta favorita: “Yo veía desfilar ante mí el último modelo de bicicletas, el corredor profesional y el aficionado con sus elásticos y elegantes trajes, el eco de la campana que da la salida, las banderolas de los jueces, la marca de los carreristas, la velocidad que imprimían a sus máquinas, la prodigiosa marcha y resistencia de Fournier y sus compañeros de profesión, y por encima de todos esos atractivos que ofrece una fiesta velocipedista, llamábanme la atención el público numeroso que honraba tal festejo y la presencia de tanta mujer bonita” (1).

    Hasta los detractores del ciclismo, que los había, reconocían que el velocipedismo había tomado carta de naturaleza en nuestro país. Algunos hombres de ciencia, como el doctor Tissié, discutían el valor higiénico del velocipedista; aseguraban que la posición viciosa del ciclista era contraria a la estética, desarrollaba de la cintura para abajo y dejaba en la cara superior del hígado señaladas las costillas (2).

    El ciclismo representaba para Pá modernidad cultural frente a las arcaicas tradiciones: “Ha muy pocos años que en muchas poblaciones de importancia, celebrábanse, para solemnizar sus respectivas festividades carreras de hombres metidos en sacos, de borricos, o de otra índole tan ridículas como las apuntadas. Todavía tienen lugar en muchos puntos, pero la cultura y el buen gusto se imponen y aquellas van desapareciendo, dejando paso a diversiones que, como las carreras velocipédicas, merecen la aprobación de toda persona sensata por reunir, además de condiciones de moralidad, todos los atractivos de una fiesta culta, elegante, higiénica, y a la cual contribuye la mujer siempre que solicita su concurso, ofreciendo al ciclista los primores de su bordado en rica cinta de seda, como premio a su habilidad y destreza” (3).

El ciclismo y los otros ejercicios

    La pasión por el ciclismo provocaba en Pá una ceguera que le impedía ajustarse a la realidad, anteponiendo las ventajas del ciclismo por encima de otros ejercicios.

     Criticaba las corridas de toros, por traer consigo desgracias y presentar escenas repugnantes a espíritus apocados. Analizaba los trabajos gimnásticos, convenientes para el desarrollo de personas débiles de organismo, pero desaconsejable en los circos como espectáculo: las “posturas rígidas para sostenerse en el alambre, los saltos mortales, los trabajos de dislocación, tienen en continua zozobra al espectador que a cada momento teme un fatal desenlace”. Enjuiciaba el pelotarismo, muy en boga, por haber perdido las cualidades que lo hicieron agradable, por haber convertido los frontones y trinquetes en una verdadera “timba” pública. Y sobre las carreras hípicas opinaba que no eran más que la “manifestación de títulos y potentados para exhibir sus caballos, y pretexto de la clase acomodada para lucir en los desfiles sus trenes, haciendo alarde de riqueza y poderío”.

    Además de las simpatías del “sport” velocipedista como espectáculo, las máquinas que se utilizaban comenzaban a jugar un papel importante en actividades laborales: en el comercio, en correos, en el ejército, etcétera.

    En uno de los apartados de la citada revista, “Ecos de Clubs”, en el mismo número 18, aparecía una noticia sobre el ciclismo oscense, que decía lo siguiente:

    “Los ciclistas Oscenses están en vías de crear un velódromo. Sabemos que se han pedido ya planos de las mejores pistas extranjeras para tomar buenos modelos.

    Huesca está siempre en primer lugar cuando se trata de ciclismo.

    Les felicitamos”.

Balance del velocipedismo en 1892

    El balance de lo que había sido el velocipedismo español en 1892, Pá lo calificaba de resultado satisfactorio. Iba progresando rápidamente y la afición se iba extendiendo “de una manera prodigiosa por todas las clases sociales” (4). Hacía tan sólo dos años antes, poseer una bicicleta era patrimonio exclusivo de las personas que pudieran permitirse el capricho de gastarse varios cientos de pesetas.

    La bicicleta había entrado de lleno en el desarrollo económico; un buen ejemplo era José Conte, amigo de Eloy Pá, acreditado comisionista de vinos de Angüés, que ponía su máquina al “servicio del tráfico”, evitando gastos en coches, correos y ganando en tiempo. No nos extenderemos en los beneficios higiénicos que también propiciaba el ciclismo.

    Los clubes ciclistas, coincidiendo con el cambio del año realizaban las modificaciones correspondientes en la designación de cargos. El 26 de diciembre de 1892 el “Club Velocipedista Oscense” designó su nueva Junta, resultando elegidos los siguientes miembros:

    Presidente: D. José Mª Susiac.

    Vicepresidente: D. Juan José Guillén.

    Tesorero: D. Julián Allué.

    Contador: D. Juan Delplán.

    Vocal 1º: D. Enrique Cereceda.

    Vocal 2º: D. Mauricio Berned.

Todo el año es carnaval

    La frase venía como anillo al dedo a Eloy Pá en otra de sus crónicas para dar la razón al popular dicho: “Busca la sociedad una época determinada para cubrirse la cara y decir cuatro lindezas al prójimo, cuando diariamente vemos a infinidad de seres hipócritas que habría que escupirles a la cara si no fuera por el temor de que faltara saliva para tantos como lo merecen” (5).

    La novedad del invento se sumaba a una realidad que han sufrido todos los deportes en sus inicios: el enfrentarse a las gentes proclives a desatar la lengua con insultos y “lisonjas” ofensivas, cuando no osaban cultivar una de las habilidades favoritas, las pedreas.

    No obstante, los vientos fríos, la nieve y las húmedas nieblas, propias de los primeros meses del año, que convertían las carreteras en verdaderos lodazales, impedían a los aficionados al “sport” cíclico hacer sus acostumbrados paseos y excursiones.

    Las bicicletas descansaban simétricamente alineadas en uno de los salones del club, mientras que en el departamento destinado a gimnasio, las anillas, el torniquete, las paralelas, el trampolín y otros aparatos, se veían frecuentados para ejercitar trabajos de pulso, fuerza, flexibilidad, etcétera.

    Llegaba el carnaval y las veladas de los velocipedistas en los salones de la antigua sociedad de baile “La Lira”, presidida por D. Mauricio Berned. La falta de noticias deportivas se suplía con la información de las diversiones propias de estas sociedades pudientes. 

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) Eloy PÁ: “Correspondencia”, Huesca, 10 noviembre de 1892, en El Ciclista, Año II, Barcelona 16 Noviembre 1892, Núm. 18.(2) José E.G. FRAGUAS: Tratado racional de gimnástica y de los ejercicios y juegos corporales. Tomo II, Madrid, 1894, p. 465.(3) Opus citat.(4) Eloy PÁ: “Por correo”, Huesca, 27 de diciembre de 1892, en El Ciclista, Año III, Barcelona 16 de Enero de 1893, Núm. 21.(5) Eloy PÁ: “Por correo”, Huesca, 10 de Febrero de 1893, en El Ciclista, Año III, Barcelona 1 de Marzo de 1893, Núm. 24.

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¡Churro va!

¡Churro va!

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

  Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón, Domingo, 15 de mayo de 1994

  Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

       Uno de los juegos infantiles más conocidos y practicados en España, a pesar de las dosis de brutalidad que imprimen los niños y niñas al ejecutarlo, es el ¡Churro va!

     El desarrollo del juego es prácticamente idéntico en todas partes, pero su denominación y formulillas utilizadas varían de un lugar a otro. El juego se inicia dividiendo a los participantes en dos bandos de igual número de jugadores cada uno, formados por elección alternativa de dos de los más destacados. A continuación se designará cuál de los bandos adopta la situación inicial más ventajosa, siguiendo alguno de los modos más utilizados: a cara o cruz, a pares o nones, a pies, etcétera.

    Los jugadores del bando que "la paga" se colocarán agachados, de manera que el primero apoye sus manos y la cabeza sobre uno que no juegue, situado de espaldas a una pared o sentado en un banco, y que recibe el nombre de "madre"; los demás adoptarán la misma postura de "burro", poniendo la cabeza entre las piernas del compañero que le precede y sujetándose con las manos en las piernas del mismo.

     Cuando el primer equipo se dispone en forma de "churro", los miembros del otro tomarán carrera, uno a uno, diciendo: "¡churro va!", y saltarán dejándose caer sobre los "burros". Una vez acoplados todos, el primero en saltar formulará la siguiente pregunta: "Churro, media manga o manga entera, ¿qué será?", tocando, respectivamente, la muñeca, el codo y el hombro, para finalizar señalando una de las partes. Un jugador del equipo "pagador" intentará adivinar la posición marcada, actuando la "madre" como testigo y juez. Si acierta intercambiarán los papeles; si no es así, volverán a empezar.

    Existen varias reglas generalizadas que todavía no hemos señalado; una es que los saltadores deben permanecer en la misma posición de caída, sin moverse; otra, que tampoco pueden tocar el suelo. Si se incumple cualquiera de estas reglas se invierten las situaciones de juego. Por el contrario, si el "churro" formado por los "burros" se parte o se hunde, vuelven a "pagarla".

El borriquillo falso

    El borriquillo falso es semejante al juego del ¡churro va! y al conocido como caballo fuerte. Este último consiste en que el primero de los jugadores que forman el "caballo" (igual que el "burro") se apoya en una pared, y el último de los saltadores debe pasar por encima de sus compañeros y tocar la pared. Los que saltan no pueden tocar el suelo con el pie ni caerse; en ese caso se intercambian las posiciones.

    Luís Gracia Vicién (1) recoge algunas de las denominaciones que el ¡churro va! adquiere en diferentes zonas de Aragón y, en relación con los anteriores, señala: "En Huesca se llama el borriquillo falso un juego similar al caballo fuerte. Lo que en Castilla se conoce por caballetes o garbancillo, caval Bernat en Cataluña". Los bandos se formaban por un sorteo conocido como la suerte del "bombé". En vez de utilizar una formulilla para adivinar, el capitán o último saltador se encaramaba por encima de sus compañeros para recoger un "moquero" que estaba en la cabeza de la "madre". Si lo conseguía habían ganado el juego y volvían a saltar.

    Siguiendo a Luís Gracia Vicién, en La Litera se llamaba a este juego el burro falso. En Graus Sardina monta encima y el último saltador gritaba en la última suerte: "¿barbo o sardina?" (puño cerrado o palma abierta). En el Valle de Benasque era el tuturumbé, del mismo modo que el anterior. En algunos pueblos de la Alta Ribagorza lo llaman caball fort. En Estadilla cancamullos. En el Bajo Valle de Mezquín turolense se conocía un juego similar llamado cascabel. En Lledó (Teruel), el caballet. En las villas turolenses de Albalate del Arzobispo y en Híjar los niños jugaban a una variante que llamaban Sota, caballo y rey, combinación del juego de caballetes y morra.

    En Estadilla el juego del churro se conocía como caballito inglés. María Carmen Mairal (2) recoge más denominaciones de otros lugares del Alto Aragón: palmo, zurco, etcétera.

     En otros lugares de Aragón se señalan tres partes de un dedo, haciendo referencia al "churro (la punta), media manga (en medio) o manga entera (el inicio del dedo)". En el libro Juegos de ayer para hoy (3) se recogen otros nombres utilizados en la comarca de Calatayud con las respectivas formulillas: para borricada, "frente, nariz o barba"; para chirle, "chirle, media manga o mangón"; para chirimanga, "manga entera", y para tintero, "pluma, tintero, papel o muestra".

    Las tácticas utilizadas por los jugadores de ambos bandos son múltiples. Los más fuertes se colocan los últimos al formar el "burro". En el equipo saltador, unas veces los más hábiles lo hacen primero, para acercarse lo más posible a la "madre" y dejar sitio al resto; otras, saltan todos sobre uno de los más débiles, intentando hundirle para que la vuelvan a pagar. Cuando todos caen sobre el mismo individuo se suele formar una torre y puede darse una de estas situaciones: que pierdan el equilibrio y caigan, que se hunda el "burro" o que aguante soportando un gran peso. Cuanto más brutal es el juego, más aumenta la emoción y, al mismo tiempo, el peligro.

    Para vencer es necesario que el equipo esté formado por ágiles saltadores y por tipos de peso. Una de las tácticas más bestiales, y también más utilizadas, consiste en que uno de los peores saltadores brinca en primer lugar, ocupando una de las ultimas posiciones del "burro", y los demás ejecutan su salto apoyándose en el compañero para aumentar el impulso y caer "a peso mierda", con el fin de desplomar al "caballo".

¿Pico, pala o puño?

    En las dos Castillas también existen distintas versiones en el enunciado del juego, aunque el desarrollo es básicamente el mismo. Ignacio Sanz (4) cita algunas variantes. El equipo que "la liga" tiene que adivinar uno de los nombres, que corresponden a los dedos de la mano, comenzando por el meñique. En Villasayas (Soria) se dice: "¿Zurro, pico, taina, tambor o gaita?". En Muñoveros (Segovia): "¿Chorro, pico, talle, cresta o quinesta?". En Retortillo (Soria): "¿Churribonete, borriquete, taino, corral o manzanil?".

    También se da la variante: ¿Churro, churreta, media manga o manga entera?", correspondiéndose con la mano, muñeca, codo y hombro. Hay otra más sencilla, compuesta sólo de dos posibilidades: "¿La punta la cigalga, para arriba o para abajo?"; se trata de la mano, según apunte para el cielo o al suelo.

    En la comarca soriana adnamantina (Almazán) este juego recibe diferentes nombres: El burro; pico, pala o puño; zurro, pico taina, tijerillas y gamellón; churro media manga o mango entero; la paloma, etc. Los que forman el "burro" deben adivinar una palabra de la formulilla "¿pico, pala o puño?", que corresponde a señalar un dedo, la palma de la mano extendida o al puño cerrado, respectivamente. Otras veces se pregunta, "¿zurro, pico, taina, sardina o pez?", en relación con cada uno de los dedos de la mano. La "madre" es el "ama".

    Igual que en Aragón, si el "burro" se "ringa" o se "rila" (se hunde por el peso) la vuelven a pagar. En esta zona se introduce la prohibición de que los saltadores claven sus tacones en las costillas del que tienen debajo; a esto se le llama "espuelas", aunque en Baides (Guadalajara) esta palabra quiere decir que se enganchan con los pies para no caer, y en Sigüenza (Guadalajara) a lo mismo se le llama "trabas", y también está prohibido. Si incumplen estas normas los equipos invierten las posiciones.

    En Sigüenza, en ocasiones, se complica la clásica formula de las tres palabras con una cuarta; se dice: "¿churro, taina, media manga o manga entera?, adivina a la primera". El churro corresponde al puño y la taina a la muñeca. Si los del equipo que "la quedan" piden "cuartas" (que los pies de los saltadores estén a un palmo del suelo) y son "verdaderas", "se la ligarán".

    En Luzaga (Guadalajara) las palabras de la formulilla son "¿churro, pico, tallo, peral o manzano?" y corresponden a los cinco dedos de la mano, comenzando por el dedo pulgar, respectivamente. En otros lugares de Castilla se denomina al juego la madre tonta. En Estepa (Sevilla) el juego toma el nombre de las palabras que se preguntan: zorro, pico o taña; para "zorro" se juntan los dos puños, "pico" se forma uniendo las puntas de los dedos índices y "taña" consiste en unir las palmas de las manos con los dedos separados.

    Francisco Pedegal (5) recoge una variante que llama caballo en reata; de este juego dice que es "activo y de resistencia, propio para alumnos de doce a quince años". Es, en su ejecución, más primitivo que el churro; consiste en saltar sobre los que forman el "caballo" tratando de no tocar el suelo, que es la única falta del juego. Los que sirven de base suelen moverse y saltar, con objeto de que cometan falta los que están montados, y avisan al otro bando cuando han de bajar.  

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) GRACIA VICIÉN, L.: Juegos aragoneses. Historia y tradiciones. Mira Editores-D.G.A., Zaragoza, 1991, pp. 25 y 26.

(2) MAIRAL CLAVER, Mª C.: Juegos tradicionales infantiles en el Altoaragón. I.E.A. Huesca, 1987, pp. 50 y 51.

(3) VV.AA.: Juegos de ayer para hoy. CEP de Calatayud, Zaragoza, 1989, pp. 61 y 62.

(4) SANZ, I.: Juegos populares de Castilla y León. Castilla Ediciones, Valladolid, 1983, pp. 83 y 84.

(5) PEDREGAL PRIDA, F.: La educación gimnástica, Madrid, 1895, pp. 333 y 334.

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Notas de ciclismo oscense (1893)

Notas de ciclismo oscense (1893)

El Ciclista, nº 29, 1893

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Domingo”, suplemento del Diario del Altoaragón, Domingo, 28 de marzo de 1999

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

     Durante el invierno la actividad velocipédica se paralizaba por las condiciones climatológicas. En cuanto mejoraba el tiempo los ciclistas iniciaban sus habituales excursiones y las porfías para probar sus aptitudes.

    El 5 de marzo de 1893 se verificó una carrera entre Juan Pérez y Mariano Otal, socios del «Club Velocipedista Oscense»; ambos convinieron en disputar un “récord” de 36 kilómetros (Huesca-Plasencia-Huesca). El vencido debía pagar una cena en el Hotel de la Unión al vencedor, padrinos, jurado y al corresponsal de El Ciclista (Eloy Pá).

     La prueba fue muy reñida y hasta los últimos kilómetros no pudo decidirse quién iba a llegar vencedor. Pérez se impondría finalmente, con mucho esfuerzo y tendiéndose materialmente sobre la rueda delantera.

    En la cena prometida, tras la llegada del champagne, volvieron a concertarse nuevas apuestas: Una de 8 kilómetros entre Pérez y Otal, y otra de larga distancia, que designarían Campaña y Berned como respectivos padrinos de los contendientes Montestruc y Gascón. También hubo retos, pendientes de confirmación, entre Berned y Bescós, y entre el joven Laboreo y Calvo. Las enfermedades, en unos casos, y la falta de decisión de otros, impidieron que las apuestas señaladas se celebraran.

El viaje de novios de Campaña

    Algunas actividades ciclistas de aquella época eran verdaderas aventuras. En este sentido, El Ciclista del 16 de marzo de 1893, en una de sus noticias breves, comentaba que varios ciclistas oscenses tenían proyectada una excursión a Mont-de-Marsan (Francia), cruzando los Pirineos, en la que invertirían tres o cuatro días.

    En este mismo número se daba la noticia de la determinación tomada por Gregorio Campaña de no participar en ninguna carrera de velocidad, debido a la imposibilidad de dedicarse al velocipedismo como quisiera por sus obligaciones profesionales, entre otras causas.

     Sin embargo, Campaña sí que iba a participar en las carreras de resistencia, proponiéndose establecer nuevos records. La empresa no era fácil, los ciclistas se enfrentaban a las dificultades de la ruta: carreteras en mal estado, cuestas pronunciadas, curvas muy cerradas...

    A primeros de abril de 1893 Gregorio Campaña conseguía un nuevo “récord”, contraía matrimonio con una bellísima y distinguida señorita.

    El viaje de novios de Gregorio Campaña y de su mujer fue un nuevo hito del ciclismo aragonés. Marcharon de viaje a Francia y durante su breve estancia en Burdeos y en Pau, la señora de Campaña aprendió a manejar una bicicleta tandem, que adquirieron para utilizarla como medio de locomoción y para regresar a Huesca.

    La aventura que supuso la travesía por los Pirineos fue digna de un relato novelesco. Salieron de Olorón a las seis de la mañana del 26 de abril, con la intención de recorrer los 24 kilómetros que les separaba de Bedous, pero, como en este lugar todavía no notaban cansancio, decidieron continuar hasta Urdos (17 kilómetros). A esta población llegaron a las doce y quince minutos.

    Gregorio Campaña estaba acostumbrado a tomar notas de todos los acontecimientos que rodeaban a su actividad deportiva, y quizá también de otros muchos hechos de su vida cotidiana. Eloy Pá utilizó su diario de viaje, en el que describía con detalle el viaje de novios y las bellezas de la naturaleza que encontraba a su paso, para la crónica que publicó en el número 30 (1 de junio de 1893) de El Ciclista.    Después de un descanso de seis horas, los enamorados intentaron atravesar la frontera, pero un fuerte aguacero les obligó a pasar la noche en una borda o casa de campo, donde fueron amablemente acogidos por el matrimonio que la habitaba.

    Al día siguiente se levantaron a las seis de la mañana, y cuando faltaban 10 kilómetros para llegar a la cima del puerto, travesía que nos podemos imaginar muy peligrosa y difícil de salvar en bicicleta, Campaña adquirió un borrico en la posada del Pello (allí disponían de caballerías que ayudaban a realizar la trayecto a toda clase de carruajes).

    En borrico cargó con la consorte de Campaña, al mismo tiempo que tiraba de la bicicleta que él manejaba. Después de una pesada ascensión, en el pilón que marcaba la línea divisoria entre ambas naciones estamparon sus nombres.

    El descenso hasta Canfranc fue más arriesgado por las peligrosas pendientes, curvas rápidas y precipicios a ambos lados de la carretera. Las ruedas de la bicicleta patinaban en el suelo helado y el nerviosismo de la esposa pudo contenerse gracias a la serenidad y sangre fría del habilidoso Campaña.    Tras un día de descanso en Canfranc, emprendieron la marcha con dirección a Jaca y Anzánigo, y doce horas después partieron para Ayerbe, donde lazos familiares, con su pariente Ovejero, les retuvo hasta el día 30. En esta fecha, a las cinco de la tarde, se dirigieron a Huesca, salvando la distancia entre ambas poblaciones en dos horas y treinta minutos.

    Al atravesar el Coso, llamó poderosamente la atención entre la numerosa concurrencia ver, por primera vez, una bicicleta-tamdem guiada por una mujer.

Los peones camineros en “El Ciclista”

    No cabe duda de que Pá era un personaje dinámico escribiendo crónicas; su apasionamiento lo podemos apreciar en una larga carta enviada al director de El Ciclista (1), y dirigida al Sr. Ministro de Fomento, D. Segismundo Moret y Prendersgat, por el efecto que le produjo la siguiente noticia tomada de un periódico zaragozano:

    “Once capataces y ochenta y cinco peones camineros, quedan cesantes en esta provincia con las últimas reformas del ministro de Fomento. Quedarán excedentes los que menos tiempo lleven desempeñando los cargos”.

    Eloy Pá comenzaba su exposición en los siguientes términos: “Natural y vecino de Huesca, de 31 años de edad, soltero y de profesión comerciante, según lo acredita la cédula personal extendida por esta Administración con el núm. 1.000, hallándose en pleno goce de sus derechos civiles y políticos, no ha sido nunca procesado, aún cuando lo merece a diario por los abortos que da a luz en sus aficiones periodísticas, etc., etc., tiene la osadía de emitir su opinión sobre las reformas a que se refiere el recorte trascrito al principio”.

    El estado de las carreteras era tan deplorable que Pá no pudo contenerse, dedicando una larga exposición de elogio y defensa a los peones camineros e ironizando en su inflexible crítica a la decisión del ministro.

     Pá predecía la decadencia del sport “cíclico” en España si no mejoraban las carreteras y este ejercicio que, según sus palabras “favorece el desarrollo de la juventud, al par que le aleja de otros centros que la aniquilan y envejecen prematuramente”, moriría apenas nacido, y cuando precisamente necesitaba de los cuidados y apoyos de los que podían favorecerlos.

    La mordacidad con que Pá se dirigía al ministro en su artículo, en un asunto que afectaba a su afición favorita, es una muestra de la constante pugna que mantuvieron los deportistas, de diferentes especialidades, con los poderes públicos y políticos en los inicios de la práctica del deporte moderno.     Eloy Pá concluía su exposición de esta guisa:

     “Ya, pues, que V.E. aumenta los trabajos de sus subordinados, al mismo tiempo que disminuye el personal, yo, en mi calidad de elector aragonés, de cuya región es V.E. uno de sus dignos representantes en Cortes, le suplico que aproveche su paso por el Ministerio que ocupa, y que es el encargado de cuanto se refiere a vías y obras, para que nos haga un ramal que nos ponga en comunicación con la vía láctea, a donde tendremos que dirigirnos para dar rienda suelta a nuestras aficiones velocipédicas.

    Si con los expuesto me concede V.E. un átomo de sentido común, considéreme como inmediato sucesor a su cartera, que de desempeñarla le prometo cobrar la nómina tan puntualmente como V.E. y hacer las cosas tan rematadamente mal como... no habría ejemplo.

    Que Dios guarde a V.E. muchos años, y que el cielo le ilumine en sus actos, que así lo desea quien le bendice en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) Eloy PÁ: “Por correo”, Huesca, 25 de junio de 1893, en El Ciclista, Año III, Barcelona 1 de Julio de 1893, Núm. 32.

El remoto y simbólico juego del ajedrez

El remoto y simbólico juego del ajedrez

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón. Domingo, 23 de junio de 1996

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

     Este juego se atribuye al griego Palámedes, que lo inventaría durante el sitio de Troya para distraer a los guerreros durante los días de inacción. Otros dicen que el antecesor del juego actual del ajedrez se practicaba en Asia; a mediados del siglo VII los árabes lo descubrieron al conquistar Irán, lo adoptaron y perfeccionaron. Un siglo más tarde lo introdujeron en Europa.

    También se dice que proviene de los persas o de los chinos, que lo dieron a conocer a los árabes. En Europa se introduciría después de las Cruzadas. Los indios atribuían el descubrimiento a Sisa. Los japoneses, los egipcios o incluso los árabes españoles figuran en la lista de posibles inventores, aunque un persa parece aventajar a cuantos se disputan la supremacía del juego.

    La versión más admitida sobre quién concibió el juego recae en el conocido rey persa Artajerjes. Según dice Rodríguez de Castro en su Biblioteca española, por dicho medio aprendió el rey a administrar justicia en sus reinos y a ser equitativo con sus vasallos.

    Blasco Ijazo (1) señalaba que el ajedrez ha sido ocupación casi exclusiva de príncipes, filósofos y grandes capitanes. Luego, a pesar de los esfuerzos que realizó la civilización por nivelar las distinciones sociales del juego del ajedrez, no pasó de ser el digestivo de las clases mejor acomodadas. En la actualidad, ya podemos decir que el ajedrez lo practican todos los estratos de la sociedad.

El ajedrez en España

    El juego del ajedrez, al parecer, se introdujo en España entrada la segunda mitad del siglo XIII, durante el reinado de Alfonso X el Sabio. En 1283, Alfonso X el Sabio dio a conocer el Códice titulado “Libro de los juegos de Alfonso X”.

     En esta época, según señala Blasco Ijazo, vivía en Barcelona un rabino por cuyo talento mereció el calificativo de Cicerón hebreo; se llamaba Jedahiah y escribió un curioso trabajo del juego del ajedrez del que hicieron salmos los eruditos extranjeros. Jedahiah decía que el juego fue inventado por los sabios egipcios con objeto de proporcionar a los príncipes de la tierra un esparcimiento digno de sus personas y que al mismo tiempo les sirviera de instrucción en el modo de gobernar a sus pueblos con equidad y justicia.

    Jedahiah disertaba sobre el juego y también comparaba el ajedrez con otros juegos populares de la época: “El juego es uno de los vicios que con mayor insistencia he reprendido en mis libros, pero la experiencia me ha demostrado, ahora que soy viejo, cuán trabajoso resulta para el hombre el camino de la virtud si no se allana con algún honesto recreo que alivie un tanto sus fatigas. El juego de los naipes y el de los dados, que son por su naturaleza los más solicitados y los que atraen las pasiones de la edad adulta, ocasionan graves perjuicios a la moral pública, y no poco desarreglo en las facultades mentales del jugador, mientras que el ajedrez, al paso que deleita, instruye en las máximas de una sana y verdadera filosofía”.

    Ciertamente, los naipes formaban parte de la pasión dominante de los cortesanos de aquel siglo, que aprendieron de los franceses el arte de desplumar a los incautos.

El simbolismo del ajedrez

    Según Jedahiah, el ajedrez, con las piezas debidamente colocadas y en reposo, constituye un cuadro simbólico que representa el alto personal político-religioso de los gobiernos israelitas; las atribuciones dadas a cada una de las piezas en su orden de marcha son análogas a las que tenían aquellos dignatarios en sus funciones. De este modo, comparaba el tablero con un reino en estado de paz, cuyos habitantes vivían sumisos a la voluntad absoluta del Soberano y de los magistrados. El rey, sentado en su trono, administraba justicia; a su lado; el sumo sacerdote (la reina) compartía con el Soberano el gobierno de sus vasallos. El virrey (primer alfil) y el consejero (segundo alfil) gobernaban directamente al pueblo. El gran capitán (primer caballo) dirigía el ejército, peleando en primera fila, mientras que el segundo caballo se asociaba al prefecto de los sacerdotes. La primera torre era el orador que arengaba al pueblo hebreo antes de comenzar la batalla, mientras que la segunda torre era el jefe del templo que presidía el culto; los peones se equiparaban a los infantes.

    Interesante resulta, asimismo, el testimonio del citado rabino cuando el reino estaba en guerra con sus vecinos. La alegoría era distinta; ya no se trataba de los israelitas, sino de los medos y de los persas, pueblos muy belicosos y superiores a todos los orientales en el “arte” de la guerra. El orden de batalla, marcha y ataque de las piezas del ajedrez era semejante a la manera de pelear de aquellos pueblos. 

    Independientemente de que los medos y los persas pelearan de una manera u otra, por su interés transcribimos el texto de Blasco Ijazo basado en el de Jedahiah:

    “El rey se llama «Shah», la reina «Pherzán», el elefante se convierte en elefante o «Phil», el capitán de los caballos es «Pharas», y «Roc» el castillo.

    Colocados los dos ejércitos frente a frente, empezaban los «Infantes» (peones) la lucha marchando a encontrarse en línea recta y atacándose de costado, sin que les fuera permitido dar un paso atrás, aunque se vieran amenazados de muerte. El «Pharas» iba en su carro y pasaba por encima de los guerreros sin consideración alguna; pero es probado que jamás despachurró a ninguno de los suyos.

    El elefante caminaba oblicuamente y, aunque pesado en sus maniobras, barría con su trompa en un santiamén cuanto encontraba en su camino. Los ambulantes castillos, defendidos por saeteros, atacaban en todos los sentidos y eran el amparo del Soberano cuando éste se veía en peligro. La reina, cuyo deber consistía en guardar a su señor, iba a donde quería y por donde quería con tal de que caminase con mesura y no saltando que es cosa impropia de las damas. El rey, a quien nadie osaba acometer sin pedirle antes su venia, no salía de sus reales sitios sino en casos extremos y procuraba abrigarse a la sombra de los suyos que a porfía se sacrificaban por salvar su corona. Huir era un baldón para el soldado; retirarse a tiempo, la gloria del buen capitán, porque en aquellas ejemplares lides la victoria favorecía al más astuto, no al más fuerte, y ninguno de los contendientes se consideraba vencidos hasta que moría su príncipe soberano. Muerto el rey, el ganador gritaba a sus compañeros: «¡Shah mat!» ¡El rey es muerto!, y, dueño del campo, recibía los honores del triunfo”.

    Parece evidente que el espíritu del juego se acomoda más a la idea de una batalla. La etimología de los nombres que reciben cada una de las piezas también muestra innegable analogía.

El ajedrez en Aragón

    La práctica del ajedrez en Aragón se fomento siempre entre las diferentes clases sociales. Según Blasco Ijazo (2) “más de un monarca aragonés hizo donación de trebejos para tan interesante distracción en nobles y aun en vasallos. Trebejos en la acepción castellana de «cada una de las piezas del juego del Ajedrez»”.

    José Blasco nos muestra una relación de las obras de ajedrez en poder de los monarcas aragoneses. Las primeras constan en un inventario de la biblioteca del rey Martín I (el Humano), realizado en 1410; en él se señala la existencia de cuatro libros que tratan de ajedrez.

    Del mismo siglo XV datan las obras de Mose Asán, de Zaragoza; de Bonsenior Aben Jachija (el hebreo) y varios manuscritos de Fray J. Cassoles. También de esta época ha llegado hasta nuestros días un interesante manuscrito titulado “Hobra intitulada Scachs damor”, de Mossen Fenollar; presenta la partida más antigua que se conoce con el actual modo de jugar.

    La era cumbre del ajedrez aragonés se produjo por la influencia de los reyes Jaime I el Conquistador, de Alfonso V de Aragón y de Fernando II el Católico, circunscrita casi exclusivamente a la nobleza.

    En los siglos XVI y XVII sobresalieron Escovara, Roscés, Esquivel y algún otro aragonés. Ya metidos en el siglo XIX se dieron a conocer nuevas y destacadas producciones ajedrecistas, de las que trataremos otro día. 

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) BLASCO IJAZO, José: “El juego del ajedrez (I)”, en El Noticiero, 4 de septiembre de 1955.

(2) BLASCO IJAZO, José: “El juego del ajedrez (II y último)”, en El Noticiero, 18 de septiembre de 1955.

El ideal del deporte universitario

El ideal del deporte universitario

Unión Deportiva Universitaria. De izquierda a derecha, de pie: Soralvos, Echevarría, Garzavarin, Moreno, Urbina, Gobeo;Paráis;Santías, Arrostegui. Sentados: Altolaguirre, Recondo, Albea. Foto: El Noticiero.

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón, Domingo, 1 de marzo de 1998

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

    A partir de una serie de artículos publicados en la prensa, en 1924, nos enteramos de cómo surge el deporte en la Universidad, especialmente el relacionado con Aragón; es decir, de la Universidad de Zaragoza, que, como veremos, repercute en la Universidad española. Estos textos también nos aportan información sobre el modelo que caracterizaba al deporte universitario.

    Dos fenómenos influyen en la evolución inicial de este deporte: el excesivo protagonismo del fútbol y su profesionalismo.

La primera universidad deportiva

    La Universidad de Zaragoza fue la primera en España en apoyar y proteger el deporte a través de la "Sociedad Deportiva Universitaria". La idea de fundar una sociedad deportiva, formada sólo por estudiantes, surgió de un grupo de jóvenes en junio de 1922. Se inspiraba en el ideal "amateur" o aficionado, incompatible con el que se empezaba a desarrollar en la mayoría de las sociedades deportivas de la época.

    En los comienzos, unos pocos socios constituyeron una sociedad que llamaron "Iris", por reunir en su distintivo los colores de las diversas Facultades, que se fundían como los colores del éter en el blanco de sus camisetas. Estos jóvenes, que iniciaron su dedicación al deporte activo en las arboledas del Ebro, pronto serían reconocidos por la Universidad de Zaragoza, constituyéndose la "Sociedad Deportiva Universitaria".

      El impulso de esta formación deportiva vino acompañado de hombres encomiables, como don Ricardo Royo, don Inocencio Jiménez, don Miguel Allué y el que fuera destacado deportista don José Mª Gayarre.

    Los ideales que les unían podían simplificarse en dos propuestas: el triunfo del "amateurismo" y el mejoramiento de la raza. Para alcanzar estos objetivos se habían fijado un lema: "Sin feinn" (nosotros mismos).

Éxitos deportivos

    La "Deportiva Universitaria" dedicó sus primeros esfuerzos a la práctica del fútbol, en contra de la opinión que algunos tenían de este deporte; había quien consideraba que el fútbol era apasionante y un poco brutal, y, por tanto, indigno de ser patrocinado por los centros de cultura, como son las Universidades. En su favor estaban los que concebían una universidad deportiva, similar a las célebres de Oxford, Cambridge, Yale o Harward.

    En su segundo año de vida, con el fútbol se alcanzó el segundo puesto en la categoría más alta del fútbol aragonés, el Campeonato de la Primera Categoría, serie A, de 1923/24. No obtuvieron el primer puesto, que merecían, según la opinión de Castor y Polux (1), por "la desgracia y las intrigas".

    Estas y otras razones (egoísmos, intrigas y profesionalismo) motivaron su separación de la Federación Aragonesa de Fútbol, ya que consideraban que todo esto era incompatible con la misión de la "Deportiva Universitaria".

    Otro de los deportes que se iniciaron con relativa pujanza en la época fue el atletismo. Pocos universitarios lo practicaron en sus comienzos, pero los resultados fueron excelentes. En la "Gran Semana Deportiva", organizada por la Comisión de Atletismo de la Asociación de Cultura Física, coincidiendo con las fiestas del Pilar de 1922, participaron dos atletas: Tomás Indart logró ganar al veterano Aznar en los 100 m., quedando campeón, y Jesús Valdés venció en salto de altura, batiendo el récord, elevándolo a 1,62 m. 

    En 1923, en los primeros campeonatos oficiales de Atletismo, Valdés obtuvo el triunfo en salto de altura y 800 m., y representó a Aragón en los Campeonatos nacionales, disputando las pruebas de 400 m., 800 m., relevos, salto de altura y triple salto. En salto de altura se clasificó segundo en el Campeonato de España. En 1932 todavía se estimaba que sus marcas de altura (1,69 m.), salto de pértiga (2,89 m.) y triple salto (12, 13 m.) eran las mejores realizadas en Aragón hasta el momento.

    También hubo participación universitaria en natación; Hilario de la Figuera triunfó en 1923 en una prueba de neófitos disputada en San Sebastián, consistente en la travesía del Urumea.

    En "tennis" todavía no habían competido oficialmente, pero ya había muchos estudiantes que practicaban este deporte. 

    La Universidad se convirtió en poco tiempo en una cantera de deportistas, de la que se fueron nutriendo las sociedades deportivas. Frente a las discusiones en torno al profesionalismo ocioso del deporte, que se extendía por toda España, en la Universidad se trabajaba por una "labor educativa de la inteligencia deportiva del joven español en dos sentidos: el moral y el físico." Joaquín Mateo (2) lo justificaba diciendo que "los deportes, desgraciadamente en nuestras tierras, han caído en poder de especuladores, que abren sus productivos o ruinosos negocios -que de todo hay- con el nombre de entidades que merecían por sí solas el mayor respeto a que son acreedoras en sus empresas netamente altruistas, puramente románticas...".

    La separación de la Federación, del equipo de fútbol de la "Universitaria", supuso que sus jugadores marchasen a otras sociedades; el equipo más beneficiado fue el "Iberia". Muchos creían que la causa de la "desfederación" había que buscarla en no disponer de campo de juego en condiciones. El verdadero motivo era el del "profesionalismo".

    Castor y Polux lo dejaba bien claro; "había que huir del peligro por dos razones: porque nuestro ideal era con él incompatible; porque profesionales ya, no hubiéramos hecho más que lo que cualquier otra sociedad mal titulada deportiva: fútbol nada más" (3).

Proyectos de la Universidad de Zaragoza

    La Universidad de Zaragoza, es decir, La "Deportiva Universitaria" preparaba en 1924 la creación de nuevas secciones deportivas: de "basket-ball", natación y remo.

    Es la primera vez que encontramos una referencia al "basket", o baloncesto (4), en Aragón. La Universidad ya tenía terrenos para practicar este deporte y había conocedores del juego (5).

    Para ejercitar la natación se pensaba en la construcción de una gran piscina universitaria, y mientras tanto el Ebro serviría de amplio campo de entrenamiento. Y para el remo se iba a solicitar permiso, con la intención de disputar regatas ese mismo año en el Ebro; sólo era necesario encargar yolas y esquifes.

    También se pretendía reformar las secciones de "foot-ball", "tennis" y atletismo. Se estaban realizando reformas en un campo que se había arrendado en el Arrabal para jugar al fútbol, donde se jugarían partidos con otros equipos universitarios. Se proyectaba aumentar el número de pistas de tenis existentes en la Residencia de Estudiantes, y, respecto al atletismo, querían que su práctica se extendiera entre todos los socios, no con vistas a los campeonatos, sino a la cultura física, construyendo un gimnasio y pistas de carreras. A través del atletismo intentaban observar el desarrollo del organismo de sus practicantes, con controles al inicio y final del curso.

    Otros proyectos, que llegarían a hacerse realidad, están vigentes en la actualidad, aunque no con el grado de cumplimiento que se pretendía: "Reunión de una Asamblea nacional de Universidades, en la que quedaría constituida la Federación Nacional Deportiva Universitaria, que laboraría intensamente favoreciendo las relaciones entre las universidades españolas y entre éstas y las extranjeras".

    La lista de objetivos continuaba con otras intenciones: Organizar una gran semana deportiva. Intensificar la acción deportiva universitaria en las escuelas especiales, institutos y colegios. Y la creación de campeonatos nacionales universitarios de varios deportes.

Corazón y cerebro

    Según las ideas expuestas por Castor y Polux (6), el hombre no sólo necesita la fuerza, la habilidad o la destreza para practicar debidamente el deporte; necesita además el corazón y el cerebro, factores que se encuentran desarrollados principalmente entre los estudiantes. "Corazón para luchar por la gloria del deporte, por el esplendor de la patria y por el triunfo del ideal; cerebro, para saber dar a sus empresas la prudencia necesaria, la sagacidad precisa que los haga triunfar en todos los obstáculos".

    Estas trasnochadas ideas justificaban que los escolares fueran excelente materia para convertirlos en hombres fuertes, sanos y propagandistas entusiastas y desinteresados del deporte. Asimismo, se vinculaba el deporte a la raza y a la disciplina. Por último, toda esta labor debía llevarla a cabo el Estado y la Universidad, conjuntamente con Institutos, escuelas y colegios. 

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) Castor y Polux: "La «Deportiva Universitaria» y sus triunfos", en El Noticiero, 12 de agosto de 1924.

(2) Joaquín Mateo Linares: "La Universidad y los deportes (I)", en El Noticiero, 9 de septiembre de 1924.

(3) Castor y Polux: "Cruzada deportiva III. Programa deportivo universitario", en El Noticiero, 16 de septiembre de 1924.

(4) El baloncesto fue inventado en 1891 por J. Naismith, en EE.UU. Los soldados americanos que participaron en la Primera Guerra Mundial lo dieron a conocer en Europa. En España se comenzó a practicar en 1922; el escolapio Eusebi Millán lo aprendió en Cuba y lo enseñó a sus alumnos del colegio Sant Antoni de Barcelona.

(5) Hasta 1925 se jugaba con equipos de siete jugadores y en terrenos de fútbol, con los paneles fijados encima de las porterías (F. Santos Vázquez Rabaz: Baloncesto básico. Alhambra, Madrid, 1986, p. 4.).

(6) Castor y Polux: "Cruzada deportiva IV y última. El porvenir de la raza y el deporte universitario", en El Noticiero, 30 septiembre de 1924.