Blogia
García y Adell

Atletismo pre-federado: El Deporte popular

Atletismo pre-federado: El Deporte popular

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón, Domingo, 2 de octubre de 1994

Corrida de la cordera en Albelda en la desaparecida Fiesta del Agua, que rememoraba la llegada del Canal de Aragón y Cataluña (Archivo Oriach)

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

     El año 1923 surge la Federación Aragonesa de Atletismo, aunque tardaría aún algunos años en asentarse como verdadera entidad deportiva, después de los primeros años con periodos de letargo.

     Hasta este momento, el atletismo, propiamente dicho, no existía en Aragón. Había esbozos de un incipiente deporte atlético, organizándose algunas pruebas esporádicas, y un deporte tradicional, o popular, distante, e, incluso, enfrentado con el deporte moderno y Federado porque en aquél se entregaban premios en metálico, pero que constituiría la semilla y la materia prima en los comienzos del atletismo federado.

     El deporte tradicional al que nos referimos eran las carreras pedestres (corridas de andarines, de pollos, de la cordera, la joya, de la manzana, el arra...) que se disputaban, con alguna de estas denominaciones, durante las fiestas de la práctica totalidad de los pueblos aragoneses. En menor medida, también los deportes de fuerza, como el tiro de barra, y los ocasionales saltos.

El siglo XIX

     En el siglo pasado se celebraron históricas carreras cuya importancia superaría a los posteriores Campeonatos que tendrían lugar en los primeros años de nuestro siglo. En 1882, Mariano Bielsa y Latre, conocido como Chistavín, de Berbegal, venció en la Plaza de toros de Zaragoza al italiano Aquiles Bargossi, considerado el mejor andarín del mundo.

     Esta victoria originó la aparición de numerosos andarines-corredores deseosos de alcalzar la fama de Chistavín. Muchos serían los que se enfrentarían con el de Berbegal, en competencia, con el deseo de vencerle. El 1 de enero de 1883 sería derrotado, en la Plaza de toros de Zaragoza, por José Giménez, apodado el Sevillano, de Alcalá de Gurrea, que ya había conseguido triunfos importantes y llevaba fama de gran corredor. A la semana siguiente, en una nueva carrera de desquite, Chistavín vencería al Sevillano, que todavía no había curado sus doloridos pies por haber corrido descalzo.

     Otros aspirantes a la popularidad fueron: Antonio Lainez Valenzuela, apodado Alpargatero, natural de Cariñena; Telesforo Rabadán, vecino de Cuarte de Huerva; Angel Alda, de Miedes; un joven de Ayerbe Francisco Pablo, conocido como Nonón, que había vencido en una carrera celebrada en la Plaza de toros de Huesca el 21 de enero de 1883... Chistavín y Nonón se enfrentarían en la Plaza de toros de Huesca el 18 de marzo de 1883, retirándose el de Ayerbe cuando llevaba 101 vueltas; Chistavín continuaría hasta dar las 151 estipuladas.

     El 14 de abril de 1884 Chistavín sufriría un duro traspié al ser derrotado por otro afamado aragonés, Antonio Balaguer, apodado El Rey de Andorra. Sin embargo, aquí no acabaría su larga trayectoria como "andarín" profesional que le llevaría a competir en las plazas de toros de las principales capitales españolas, y a algunas de las más importantes capitales europeas y americanas.

Los primeros Campeonatos Provinciales y Regionales

     Relacionadas con las carreras tradicionales de los pueblos en fiestas, en las grandes ciudades, donde ya han aparecido algunas sociedades deportivas y, generalmente, coincidiendo también con las fiestas patronales, se organizaban "concursos" o campeonatos a los que se intentaba dar un carácter oficial, pero sin romper con lo tradicional.

     En 1908, la Cámara de Comercio de Huesca organizó, durante las fiestas de San Lorenzo, el "Primer Campeonato Provincial de Carreras Pedestres", cuyo vencedor disfutaría, durante un año, del título de "Campeón Provincial". En las bases del Campeonato se establecían algunas normas curiosas, como que "no se admitirán inscripciones de menores de 16 años, o personas que no gocen del cabal estado de salud".

     Conjuntamente con el diploma de Campeón Provincial, para el primer clasificado, se concedía la gratificación de 50 pesetas; el segundo 25 pesetas, y el tercero 10 pesetas. Otras normas de interés eran la distancia (1.500 m.), el trayecto, la vestimenta que debían utilizar los corredores (vestirán pantalón y elástica o camiseta de punto), las faltas, penas, vigilancia, etc.

     El jurado estaba compuesto por el catedrático de Gimnasia del Instituto de Huesca, el director de La Voz de la Provincia y por el presidente de la sociedad Lawn-Tennis, entre otros.

     Los tres primeros en recorrer el itinerario, rebosante de público, fueron José Revuelta, de Robres; José Ubieto, de Bentué de Rasal, y Crispín Abadía, de Lierta, respectivamente. José Revuelta ya había obtenido 59 premios en carreras; Ubieto llevaba 70 premios ganados y Abadía contaba con 10. Los tres vencedores fueron paseados en coche.

     Al año siguiente se incrementaron los premios, y la distancia que tuvieron que recorrer fue de unos 12 kilómetros, aproximadamente. Volvió a vencer José Ubieto.

     En 1910 el título se lo adjudicó José Revuelta, seguido de Crispín Abadía y de Calixto Jiménez.

     En 1913, la carrera pasó a tener categoría de Campeonato Regional. Fue presenciada por numeroso gentío, "entre ellos numerosos forasteros amantes de este clásico deporte". El vencedor fue Máximo Alamán, de Villamayor; seguido de Manuel Mercadal, de Blesa, y de José Revuelta, de Robres.

     Posteriormente, la carrera perdería el rango de campeonato, aunque los sustanciosos premios siguieron atrayendo a los mejores corredores de la época. En 1915 y 1916 el vencedor fue Alejandro Armillas, de Salillas.

Otras pruebas atléticas

     En las fiestas del Pilar de Zaragoza también se organizaban carreras similares, aunque carecían de la condición de Campeonato expresado en las de Huesca.

     En 1905 y 1906, entre los festejos organizados por el Comercio, figuraba una carrera de andarines o carrera a pie. El recorrido era dar una vuelta completa a la ciudad por la Ronda (unos 4.500 m. aproximadamente). Había que pagar una peseta por derechos de matrícula, que se devolvía al corredor que tomaba parte en la carrera. Los premios eran de 125, 75 y 50 pesetas. El número de inscripción se colocaba en el brazo derecho. También había una segunda carrera para jóvenes de 13 a 15 años, inclusive, y con premios de 50, 25 y 10 pesetas.

     En 1905 la carrera supuso un acontecimiento extraordinario, concentrándose nunerosos espectadores en el Campo del Sepulcro para recibir con estruendosos aplausos a los vencedores: el primero en llegar fue Rafael Oliver Bardají, natural de Moneva; seguido de Blas Pérez Navarro, de Mezalocha, y de Juan Obón Burillo, de Muniesa. Los "andarines" iban acompañados por la guardia municipal y ciclistas que apartaban todos los obstáculos que se presentasen.

     Otras veces se celebraban pruebas con motivo de diferentes acontecimientos. En 1908 se programó un festival de Sports con motivo del Centenario de los Sitios. Las pruebas atléticas se limitaron a una carrera a pie, con premios de 25, 15 y 10 pesetas (venció Sebastián Ruíz, seguido de Ramón Calavia y de Pascual Castillo), y a otra regional de niños a pie con obstáculos.

     Algunas de las carreras pedestres organizadas en los primeros años del siglo, en Zaragoza, estuvieron dominadas por corredores de Villamayor, fundamentalmente por Máximo Alamán, el que fuera vencedor de la celebrada en 1913 en Huesca. En 1911, él obtendría el primer premio, seguido de Dámaso Fernández, también de Villamayor, y por León Tomás.

     Este mismo año, en diciembre, aparecía en los diarios un reto lanzado por Mariano Hernández Soria, apodado Pelán, natural de Paniza. El reto consistía en una corrida de 10 kilómetros, en carretera, a cualquier corredor de las tres provincias de Aragón que lo aceptase; se jugaba de cien a doscientas pesetas.

     Los desafíos serían otra de las maneras más comunes de disputar un premio en metálico. Fueron abundantes y algunos tan famosos como la hazaña de Jenaro, que a mediados del siglo pasado desafió a un jinete veloz en correr en menos tiempo la distancia que mediaba entre la zaragozana puerta del Portillo y la Venta de los Caballos, situada en la carretera de Madrid.

     Jenaro ganó de sobras la apuesta, haciendo los 22 kilómetros, de ida y vuelta, en menos de hora y media.

Próxima la década de los años veinte, con la aparición de las sociedades deportivas y de las Federaciones, comienza a desarrollarse una nueva concepción o forma de enterder el deporte, antagonista con el tradicional, cuyos vencedores recibían premios en metálico. Se potencia el deporte amateur y los premios consistentes en copas, medallas o regalos, negando la participación en las pruebas que organizan a personas consideradas "profesionales".

0 comentarios