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García y Adell

La Navidad

La Navidad

El belén es el elemento más representativo de la Navidad actual (Foto: C. García)


EL CICLO FESTIVO ANUAL

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses”, suplemento del Diario del Altoaragón, Domingo 27 de diciembre de 1992

 

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

       Las fiestas navideñas son esencialmente familiares, pero también hacen aflorar entre las gentes virtudes y deseos de solidaridad, amor, paz…, acentuados con la llegada del nuevo año.

     Muchos signos nos anuncian la llegada de la Navidad: adornos, iluminaciones, belenes, árboles de Navidad, la lotería, los villancicos, el turrón... y el excesivo consumismo. Antes, el aprovisionamiento para estos días se hacía, en parte, en las ferias.

     En San Juan de Plan, el día 18, tenía lugar la “ferieta de Navidad”; en Huesca, el día 21, festividad de Santo Tomás y coincidiendo con la entrada del invierno, se celebraba la “Feria de pavos y caprina”. Antes de que quedase reducida a un mercado al que acudían vendedores de los pueblos vecinos y compradores de la ciudad, por las calles desfilaban manadas de pavos, conducidas por el “tío de la caña”. El consumo no se limita a los mocosos emisores de amenazadores graznidos, llegados por cientos incluso desde otras provincias, sino que por miles también se contaban los capones, liebres, conejos...; tampoco faltaba ternasco, vinos atelareñados y preciosas cestas de aguinaldos.

     En Tamarite de Litera y en Barbastro se celebraban otras importantes ferias de ganados en esta misma fecha y, sin duda, servían para hacer acopio de cara a estas fiestas, o, como la de Sariñena, entre los días 26 y 31 de diciembre, dedicada al ganado mular, caballar y asnal, para dar sentido al universal refrán: "Año nuevo, vida nueva". En diciembre de 1923, junto con la información de las ferias de Sariñena, su alcalde, Pedro Cascales, anunciaba la creación de una nueva feria de vacuno con toda clase de facilidades y ventajas para los días 1, 2 y 3 de septiembre.

     Pero no siempre el comercio ha tenido facilidades para desarrollar su labor. En diciembre de 1907 los comerciantes y taberneros de Huesca fueron constreñidos por la disposición de La Cierva a cerrar sus negocios los domingos. Su pretensión de abrir, amparándose en el pretexto de feria que algunos años se alargaba hasta mediados de diciembre, fue denegada por el gobierno civil. Posteriormente los taberneros se acogieron a la denominación de "casa de comidas" y los ultramarinos y pescaderos también hicieron caso omiso por ser días de venta segura y ateniéndose a la higiene; como se decía en la prensa: "la ventilación del mercado". Sin embargo, estas artes no fueron suficiente pretexto para que les permitieran abrir.

El fuego de Navidad

     Las hogueras eran comunes en casi todas las fiestas, más aún en las de invierno, aunque la mayoría se perdieron con la pavimentación de las calles. En Coscojuela de Fantova las gentes del lugar se reúnen en la Nochebuena entorno al calor de la hoguera para comer y beber. En Monesma la hoguera se encendía tras la Misa del Gallo y preparaban poncho, cantaban villancicos y repartían viandas. En Campo la hoguera que se enciende en la plaza permanece hasta Reyes.

     Una de las tradiciones más comunes en muchos pueblos del Alto Aragón era la quema del “tronco de Navidad”, “tronca de Navidad” (denominación que recibe en el Sobrarbe), o “cabirón” (tronco que, unido a la toza, sobresale del suelo una vez cortado el árbol), como se denomina en Robres y comarca. Carmelo Pérez recoge El solemne rito del encendido del “cabirón”, se realizaba con gran carga de religiosidad y sentido mágico, según Carmelo Pérez (1). Lo encendía el jefe de la familia, tras bendecirlo, rociándolo con un buen chorro de cazalla, que producía un fogonazo, y al grito de “¡cabirón, cabirón, caga turrón!” aparecían unas barras de turrón junto al fuego. El “cabirón” permanecía encendido casi todas las navidades.

     Pérez cuenta como en el Sobrarbe la “tronca de Navidad” se hacía durar hasta la Candelera y se guardaba una “tozeta” para echar al fuego cuando había tormentas. Antonio Beltrán recoge la interpretación de que la “tronca” venía a simbolizar la raíz de la casa, vinculada al fuego y a la familia.     A este tizón de Navidad Violant y Simorra (2) lo denominaba “troncada de Nochebuena”. En Ansó se dejaba ardiendo toda la noche para calentar al Niño Dios. En Baraguás permanecía encendido hasta Reyes o la Candelaria. Al encender la “troncada”, el dueño de la casa persignaba el gran tronco echándole con un porrón un chorro de vino en forma de cruz.

     José María Castro relata como transcurrían las fiestas de Azanuy: “Los días de Navidad se pasaban mol ben, a la vora del foc y dechós de la chuminera. Se minchaban figos secos y nous y tarrons y se bebeba un vino del cabo de casa. La Nochebuena se posaba en mich de la cocina la choca de Nadal, y la canalla estizoneaba, pa fé caure els tarrons y els confites, a la micha nit, s’anaba a la illesia a sentí la misa de gall; els mozos llevaban bona cosa de vixigas unflades, que ralentaban cuan alzaban a Dios...” (3). Esta costumbre de explotar vejigas infladas se daba también en otros lugares, como Castejón de Monegros...

     La “tronca” se denominaba “tronc, choca” por La Litera. Se solía tapar con un saco, ocultando golosinas, juguetes, turrones, etc. Con el atizador o con un palo se golpeaba el tronco entonando una canción. Carpi recoge en Tamarite la siguiente copla:

“Tronc de Nadal

caga tarróns

y pixa ví blanc.

No cagues arengades

que son salades.

Caga tarrónsque

son ben bons” (4).

Cómo vivir la Navidad

     En Huesca, a principios de siglo las fiestas de Pascua eran las más populares y se celebraban con gran animación. Tras la tradicional Misa del Gallo comenzaba la juerga callejera; cuadrillas de jóvenes tañendo bandurrias y guitarras, entre gritos, ruidos, algazara y buen humor, recorrían las calles. Las comidas extraordinarias eran comunes en todos los lugares, incluso en la cárcel, y los niños del Hospicio recibían diversos obsequios.

     En Somanés se reúne todo el pueblo en la Nochebuena para beber vino quemado con mezcla de frutas (especie de zurracapote), asisten a la Misa del Gallo y después hacen la ronda por las calles cantando villancicos y pasando dos o tres veces por todas las casas del pueblo.

     En Peralta de Alcofea suelen contratar alguna orquesta. Las gentes de Pozán de Vero escenifican un belén viviente. Lo mismo se hace en Abiego dentro de la Iglesia; antes se salía con un burro por todas las casas para visitar a los enfermos y felicitar la Navidad. Los niños de Castillazuelo también preparaban una obra alusiva al Nacimiento.

     Otras costumbres se van perdiendo o evolucionan. Piracés celebraba estos días sus fiestas pequeñas. En Lastanosa y en Pallaruelo de Monegros cantaban las coplillas antes del Rosario, del mismo modo que en otras festividades del calendario.

     En La Almunia de San Juan la Misa del Gallo era la ceremonia religiosa más destacada de las Pascuas. En 1928 estuvo amenizada por los violinistas Ramón Bernat Pallás y Mariano Obis Allué, acompañados al armonium por el regente Félix Launed y los cantos de un coro de niños (5). Entre los actos profanos destacaban los bailes organizados por la Sociedad Juventud Almuniense y amenizados por la banda de música de Albelda.

     Antiguamente, cuenta Violant i Simorra (6), se guardaba ayuno riguroso durante el día 24, víspera de Navidad, y lo poco que comían era condimentado con aceite. Al salir de la Misa del Gallo acababa la vigilia, restaurando los estómagos con las mejores viandas. En Baraguás hacían la colación familiar en torno a la gran “troncada de Navidad”. La comida se iniciaba después de la bendición del tronco, que en la montaña se componía de la típica torta navideña, amasada expresamente para la fiesta, empainazos con espinacas, pastelillos de calabaza, bellotas dulces, peras asadas, higos secos, pasas, nueces y orejones.

     En estas fechas las mujeres de Valfarta solían elaborar empanadicos de cabello de ángel. En Alcalá del Obispo preparaban empanadones de calabaza y dobladillos. Según narraba Pedro Arnal Cavero, las mujeres de Alquézar masaban dos o tres días antes de la Navidad, “porque para Nochebuena ha de haber pan tierno, torta lagañosa, empanadizos con espináis y pastillos de calabaza de rabiqued. Claro es que, además, guardan billotas, dulces, cerollas, peras forniadas, figas enfarinadas, mostillo duro, pasas, nueces, almendras, manzanas, orejones, cergüellos empapelaus, ugas colgadas y panizo menudo de fer palometas... pa’ fer colación” (7).

     En La Puebla de Castro el postre preferido era el “panillet”, compuesto de almendras y miel.

     Antonio Beltrán recuerda como hace cincuenta años aún se amasaban en Sariñena empanadones de “espinais”, típicos en toda la provincia, alternando con otras variedades de tortas. Y en La Almolda la cocción de estos dulces de Navidad se conservó ritualmente hasta hace pocos años: “hasta hace poco se ofrecían empanadonicos como presente de unas familias a otras, sobre todo destinadas a las que se habían visto afectadas durante el año por la muerte de uno de sus miembros y el consiguiente y severo luto impedía amasar y cocer pastas” (8). 

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) PÉREZ, C. "El cabirón (Tronco de Navidad)", en El Pimendón. Periódico de Robres. Nº 8, Diciembre de 1989, p. 14.

(2) VIOLANT Y SIMORRA, R.: El Pirineo Español. Ed. Plus Ultra, Madrid, 1949. p.558

(3) CASTRO Y CALVO, J.M.: "Historias de Azanuy", en La Voz de La Litera, nº 105-107, 1978, p.9.

(4) CARPI Y CASES, J.: El Tamarite de nuestros abuelos. Barcelona, 1976.

(5) Heraldo de Aragón, 29 de diciembre de 1928.(6)  VIOLANT Y SIMORRA: Opus Citat, p. 563(7) ARNAL CAVERO, P.: Aragón en Alto. Zaragoza, p. 179.

(8) BELTRÁN, A.: "Diciembre y sus fiestas", en Heraldo de Aragón, 22 de diciembre de 1991.

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