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García y Adell

Tradiciones festivas

La noche de las pociones mágicas

 

Heraldo de Aragón
, 19 de junio de 2011

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La noche de San Juan

El solsticio de verano es territorio de brujas y encantamientos. Los pueblos de Aragón conservan tradiciones centenarias en las que los hechizos garantizan el amor, la salud y la buena suerte.

Texto: David Navarro
Información recopilada por los investigadores José Antonio Adell y Celedonio García
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Loarre

Loarre

 "Barones del Ritmo" amenizando las fiestas de Loarre

LA FIESTA

Por José Antonio Adell Castán y Celedonio García Rodríguez

Sarsamarcuello, Linas de Marcuello y Santa Engracia, entidades del municipio de Loarre, veneran a la Virgen de Marcuello (23 de mayo) acudiendo en romería a su ermita (ahora el domingo más próximo). Antaño la participación en la ermita era mucho mayor; según una crónica de 1926 (1), este año asistieron dos mil romeros de los pueblos de Loarre, Ayerbe, Murillo de Gállego, Riglos, Santa María , Santa Engracia, Triste, Yeste, Pardinas y Linas.
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San Demetrio

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Benigno Tresaco con el violín y Ángel Giménez con el tambor animaban la "Fiesta de Quintos" en los años setenta

La “Noble y Antiquísima villa de Loarre” celebraba sus fiestas mayores en honor a San Demetrio (8 de octubre); ahora se han trasladado a la festividad de Santiago (25 de julio), aunque hubo años que tuvieron lugar el día de la Ascensión.

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Ha salido la Fiera. Sucesos en las rondas

Ha salido la Fiera. Sucesos en las rondas

La ronda (Manuel Yus Colás 1879)

Publicado en el "Especial San Lorenzo" del Diario del Altoaragón. Jueves, 10 de agosto de 2000

José Antonio  ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

“Hijo, no salgas de casa,

porque ha salido la fiera;

lo primero que ha cantado

la jota revolvedera”.

     Hace años, en casi todos los pueblos y villas, aldeas y lugares, había una “fiera”. Un hombre fuerte, rudo, insolente y matón, que mandaba en el mocerío, hacía de amo en la taberna y en la ronda y cobraba el barato en los corros de chapas. Así nos lo recuerda la bizarra jota, cantada por voces varoniles en las noches sin luna.   

     Las páginas de sucesos recogían aquellas trágicas escenas, fruto de promesas íntimas surgidas por viejas rencillas, por rivalidades políticas o de clase social, y alimentadas por la ignorancia y por la presión de las desigualdades. La Bullonera nos recordaba aquellas rondas valentonas y mostraba el carácter de la “fiera” en “Antología prohibida”: 

“Canta compañero canta;

canta, yo te ayudaré,

que una sola vida tengo

y por ti la perderé”.

     En Aragón no había pueblo que no contase en su historia con alguno de esos choques típicos entre las rivalidades de la bravía juventud, que dejaron jornadas sangrientas con luto y llanto perpetuo. 

“Con permiso o sin permiso

a la ronda por la calle,

que la ronda de los mozos

no la hace recular nadie.”    

     Santa Eulalia de Gállego vivió una de esas fechas trágicas en la noche del 6 al 7 de abril de 1907. Varios amigos de la localidad iban aquella noche de ronda; al pasar por la plaza, el alcalde D. Francisco Mola, acaudalado propietario y persona respetable, prohibió que siguiera la ronda. La reacción de los mozos fue contumaz, uno hizo dos tiros de pistola y otro le infirió dos cuchilladas en el vientre. El alcalde falleció a los pocos días a consecuencia de las graves heridas recibidas. 

“Cuando yo salgo a rondar

cuatro puertas tengo abiertas:

la cárcel y el hospital,

el cementerio y la audiencia”.     

     El 3 de diciembre de 1906 la tragedia brotó en Laguarres. Un grupo de mozos recorría las calles del lugar en ronda por la boda de la hija de un vecino, siguiendo una costumbre que perduraba sin decadencia.   

     Los mozos de Laguarres estaban divididos en dos bandas, a causa de antiguos resentimientos, capitaneadas por Joaquín Español y Matías Vigo, respectivamente. El bando de éste se encontró con el de Español en el puente a la salida del pueblo. Vigo, colocado al frente de los suyos, atajó el paso al otro bando, diciendo:   

     -¡Alto, por aquí no pasa un alma!-, y acompañando la acción a la palabra asestó un garrotazo en la cabeza al jefe del otro bando, a Español, entablándose una lucha cuerpo a cuerpo entre los individuos de una y otra partida.    

     Español recibió varios garrotazos y una cuchillada en el costado, quedando muerto en el lugar. La pelea se generalizó entre ambos bandos, resultando gravemente heridos Matías Vigo y José Oliva, y levemente Valero Bosque, Pedro Bosque, Antonio Barrales, Francisco Ferraz, Joaquín Montanuy y Antonio Español. La Benemérita detuvo a catorce individuos que formaban parte de los bandos.  

     En el fondo del río se recogió el cuchillo que causó la muerte de Joaquín Español. 

“Esta noche ha de llover,

esté raso o esté nublo,

han de llover buenos palos

en las costillas de algunos”.    

     Las historias de revueltas violentas entre bandos opuestos permanecían inapreciables para los extraños, pero la incitación permanente desembocaba, cuando menos se esperaba, con todo su más terrible apasionamiento.   

     Los motivos no eran siempre los odios de familia, ni la lucha de intereses; a veces, la política era tan solo un pretexto. La verdadera causa surgía de la incultura y de un sentido moral deplorable que distinguía “honrosamente” la fama y el nombre de “valiente”.    

     Algunos “valientes” también se enmascaraban en la ronda, al amparo de la cuadrilla. Uno de los típicos enfrentamientos entre rondas se desencadenó en Zuera el 19 de agosto de 1904. El detonante fue la siguiente copla: 

“Salir mocitos, salir

a la puerta del portal

y veráis que gusto tiene

la punta de mi puñal”.    

     Todo comenzó al cruzarse dos rondas que recorrían las calles de Zuera, pidiéndose explicaciones por la citada copla. En un primer momento quedaron conformes, continuando todos juntos la ronda.   

     Después se separaron y se volvieron a juntar en la plaza del pueblo, ya sin guitarras, reproduciéndose la cuestión. Un mozo dio una bofetada a otro; al intervenir un tercero para separarles, éste recibió un golpe que le soltó un cuarto mozo. El mozo que intentaba separarles, tras recibir el golpe, empuñó una navaja provocando una herida al que le había golpeado, dejándolo muerto. 

“Métete niña en la casa

porque ha salido la fiera;

lo primero que ha cantado

la jota revolvedera”.    

     Los ejemplos que presentamos son ilustrativos de las diferentes causas que motivaron los sucesos en las rondas. A finales del año 1892, ocurrió otro incidente en la localidad zaragozana de Moros. Iba el mozo Pedro Lozano, de 20 años, tocando la guitarra por las calles, y se paró frente a la puerta de otro joven de 17 años, Manuel Sebastián, cantando una copla que éste consideró ofensiva.   

     Sebastián, enemistado por resentimientos con Lozano, bajó a la calle encarándose con el de la guitarra; de las palabras pasaron a los hechos, infiriendo Sebastián una tremenda cuchillada a Lozano, causándole la muerte.    

     Sebastián había salido recientemente de la cárcel por las heridas causadas a otro vecino de Moros. 

“Esta noche ha de rondar

el guitarro borrasquero;

el que lo quiera romper

que se confiese primero”.    

     También tuvo fatales consecuencias otra ronda de mozos en cuadrilla, a primeros de enero de 19102, en la población de Jarque. Varios jóvenes rondaban las calles con coplas intencionadas, denominadas “de picadillo”. El padre de uno de los rondadores se acercó a los mozos, advirtiéndoles que podía divertirse sin ofender a nadie. Estas recomendaciones fueron contestadas con insultos. El vecino en cuestión dio cuenta al alcalde de lo sucedido, circunstancia que incomodó a los rondadores, que la emprendieron con el hijo rompiéndole una guitarra en la cabeza.    

     Alarmado por los gritos del apaleado volvió el padre, pero antes de acercarse al grupo recibió una certera pedrada en la cabeza que le hizo caer al suelo sin sentido, y una vez en el suelo fue agredido bárbaramente, recibiendo tres cuchilladas y otros golpes en la cabeza.   

     La noche del 17 de septiembre de 1906, la desgracia la promovió Vicente Sebastián, yendo de ronda con varios amigos. Los mozos iban cantando algunas coplas insultantes, y al pasar por delante de un café, donde estaban reunidos varios concejales, éstos salieron invitando a los rondadores a que no siguieran cantando coplas de esa índole. Vicente Sebastián respondió descargando varios tiros sobre el edil Francisco Ramón Salas, que falleció casi instantáneamente. El autor fue condenado a cadena perpetua.   

     Hechos similares, caldeados con abundantes tragos de bebidas alcohólicas, ocurrieron en Santa Cruz de Grío (21 de enero de 1904), en Carenas (27 de agosto de 1906) y en otros muchos lugares.   

     Todas las fieras aldeanas solían tener el mismo fin. Unas veces se juntaban los oprimidos para coserla a puñaladas; otras, algún incógnito vengador la tumbaba de un certero trabucazo. Pero el desenlace más habitual lo desencadenaba el más apocado del lugar, obedeciendo al imperativo del miedo. También nos recuerda el hecho otra copla, evocadora de la jota que se cantaba en las noches sin luna: 

“Ninguno cante la fiera,

que la fiera ya murió:

Al volver de una esquina

un cualquiera la mató”.

Costumbres por tierras del Bajo Aragón

Costumbres por tierras del Bajo Aragón

Cantos de taberna hacia 1900

Publicado en la revista Gaiteros de Aragón, Nº 19. Invierno 2003

José Antonio Adell Castán y Celedonio García Rodríguez

Al final de la década de los años cincuenta el diario El Noticiero publicó una serie de artículos sobre costumbres y tradiciones aragonesas. S. González y Gómez escribía de dances, completando sus datos con aportaciones de Antonio Beltrán Martínez, quien ya era una autoridad en la materia.

A estos artículos recurriremos en alguna otra ocasión; ahora vamos a fijarnos en otros publicados por Elisa Sancho Izquierdo sobre costumbres del Bajo Aragón, aunque con este epígrafe se incluyen lugares que actualmente constituyen otras comarcas próximas.

El dance de Alloza

Antonio Beltrán hace un estudio de este dance en su libro El dance aragonés, y dice que es uno de los más interesantes de la provincia de Teruel. Está dedicado a San Blas y por este motivo los danzantes, en los “dichos” explican la vida de este Santo. El Mayoral, después de saludar a los presentes, llama al gaitero:

“Ea, gaitero a tocar

los mozos de este lugar”.

y veremos cuál se portan

Elisa Sancho nos habla del “dance sacro en honor del Patrono” de 1958, una costumbre inmemorial que se recuperó aquel año después de treinta años sin celebrarse. Vicente Alfonso “El Rincón” y José Gracia “El Fanfarrón” pusieron todo su empeño para que el día 3, festividad de San Blas, la plaza acogiera el dance. El Mayoral, después de saludar a las autoridades y obtenida su venia para actuar, explicaba el motivo del dance (honrar al Patrono del pueblo) y mandaba al Rabadán que buscara doce jóvenes guapos y de aliño para danzar. El Diablo, enterado de esto, intentaba estorbar el dance, pero aparecía el Ángel que le hacía retirar avergonzado.

Los parlamentos del dance se actualizaban a los tiempos modernos:

Por televisión he visto,

y por la radio que tengo

instalada en los abismos

más profundos del infierno,

me entero con sobresalto

que los hijos de este pueblo

quieren hacerle a San Blas

un homenaje estupendo…

y dispuesto yo a impedirlo,

he salido del averno.

Derrotado el Diablo, los doce danzantes, en grupos de cuatro, ejecutaban el dance acompasándose con palos decorados y al son de la gaita.

La despedida corría a cargo del Mayoral y del Rabadán, relatando asuntos públicos de interés en versos satíricos:

Me tendré que despedir,

aunque sea de muy mala gana…

de las mozas que presentes

están ahora en la plaza;

míralas que van bonicas

con la permanente en frío…

con ese traje de sastre

y ese rimbombante abrigo…

quien las vea así vestidas,

si no os conoce, dirá:

todas esas señoritas

serán de casa real…

Noches de hogueras

En los años cincuenta, el éxodo de las gentes de nuestros pueblos a los suburbios de las grandes ciudades hacía estragos en las costumbres. En los pueblos del Bajo Aragón ya habían desaparecido las hilanderas que trabajaban a la puerta de la casa, mientras tomaban el sol y cantaban coplas como ésta, que entonaban en La Codoñera:

El Sol le dijo a la Luna

que se fuera a retirar,

que las mujeres de bien

no van de noche a rondar.

El mensaje de la copla se cumplía, excepto si había hoguera; entonces, todo el mundo salía a contemplarla. En La Codoñera y en otros pueblos las hogueras se iniciaban la víspera de la Virgen del Pilar y se sucedían para la Virgen de Loreto, Circuncisión del Señor, San Antón, San Sebastián, San Valero, San Blas y Santa Águeda.

Con el fuego se intentaba neutralizar el frío del ambiente y alegrar las largas noches de invierno. En el centro se colocaba una enorme “tranca” constituida por un olivo entero o por un pino de gran tamaño (la terrible helada del 56 proporcionó abundantes troncos de olivo para las hogueras de varios años) y a su alrededor otros más pequeños o ramas formando una pirámide. En la base, las matas de romero o aliagas ardían con crepitar fugaz prendiendo en los troncos gruesos. A su alrededor se comía y se bebía; se cantaba y danzaba, y se evocaba el amor:

Una “media” no es beber,

un cuartillo no emborracha;

yo no sé lo que me pasa,

que no me puedo tener.

por los rincones.

con alegría y contento!

¡Cuándo será aquel día!

¡Cuándo…!

Bajad roscones,

bajad roscones,

de aquellos que se esconden.

¿Cuándo será aquel momento

que nos casemos los dos.

Al hilo de estas coplas, vamos a transcribir otras que Rafael Pamplona incorporó en su novela titulada Los pueblos dormidos, que publicó a comienzos de 1910. En el texto recoge algunas costumbres del Bajo Aragón relacionadas con bailes y cantos femeninos alrededor del fuego:

Para coger las olivas,

los hombres con escaleras;

para llegar las del suelo

casaditas y solteras.

 

no te sacarán tus padres.

Cásate niña a tu gusto,

no te cases al de nadie;

que si vas a los infiernos

El ramo

En Ejulve, el segundo día de Pascua de Resurrección era costumbre ir en romería al convento del Olivar, donde los Padres Mercedarios custodian la imagen de la Virgen. Se salía muy temprano del pueblo y después de la celebración religiosa comían en el campo. Los mozos montados a caballo llevaban a la grupa a la hermana o a la novia, y los carros y tartanas formaban una caravana más lenta, pero al atardecer todos se reunían cerca del pueblo para llegar juntos a las afueras, donde se efectuaba la ceremonia de las “cantas” o del “ramo”.

Todos los que se habían quedado en el pueblo salían a recibir a los romeros. Éstos habían recogido flores en el campo para las personas a quienes deseaban ofrecer un testimonio de afecto o de respeto. Los jinetes y sus parejas descabalgaban y los demás se apeaban de los carros. Las muchachas jóvenes eran las encargadas de ofrecer el homenaje, entregando el ramo con flores que tuvieran alguna cualidad que permitiera la rima en asonante con la persona obsequiada. La chica se adelantaba hacia ella cantando:

“Ese ramo está compuesto

con una flor amarilla

para regalárselo

a la señora María”.

Todos repetían a coro los dos últimos versos. La persona a quien se ofrecía lo aceptaba y le cantaban:

“Tome, señorita el ramo

que de mi mano se ofrece;

no es como yo lo quería

ni como usted se merece”.