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García y Adell

Las corridas de pollos en Santa Eulalia de Gállego y comarca

Las corridas de pollos en Santa Eulalia de Gállego y comarca

 

Pregón de la “corrida de pollos”. Ilustración de Iñaki para el cuento de Luis López Allué titulado La corrida de pollos

 Celedonio García y José Antonio Adell (1993)

        Durante muchos años el deporte popular autóctono ha sido la única actividad lúdico-competitiva que se ha desarrollado en nuestros pueblos. Las fiestas o los domingos eran los momentos elegidos para jugar a la pelota, tirar a la barra o disputar las corridas de pollos; en ocasiones, la competencia adoptaba forma de apuesta y tenía lugar en el acto.

       La prueba deportiva que más pasión levantaba durante las fiestas patronales, en Aragón, era la corrida de pollos. El ambiente que rodeaba estas competiciones era extraordinario, y, en ocasiones, rebasaba el ámbito comarcal. Aficionados y simpatizantes de cada corredor se daban cita en cada uno de los pueblos que festejaban a su patrón para animar y celebrar, en su caso, el triunfo y la supremacía sobre los adversarios de otros pueblos.

       Luis López Allué mostraba el ambiente de la corrida en unos de sus cuentos, titulado La corrida de pollos. La proximidad de la fiesta despierta el nerviosismo entre los corredores que preparan la carrera. Los nombres de afamados corredores locales y forasteros circulan de boca en boca. Las gentes todavía recuerdan con admiración la carrera del año anterior. Se relatan las hazañas de cada contendiente, incluso se tenderán las apuestas que confirman la agilidad y destreza del favorito.

       El pregón de la corrida anuncia su comienzo con las recomendaciones necesarias, como las que destaca Enrique Capella en el siguiente Pregón de fiestas:

"...Se prohíbe arrempujarse

 y buscar de malas faenas

 cuando el que vaya zaguero

quiera llegar en primeras.

Tendrán cuidau los que corran

por rispeto a las mocetas

de cerrar el calzoncillo

y a tal fin muy bien sujeta

se pondrán una imperdible

en la parte delantera..."

      En Santa Eulalia de Gállego las corridas de pollos se disputaban entre la Puerta de Casa Roque y Casa Alta; cada cinco vueltas se otorgaban premios a los corredores que tocaban en primer lugar la puerta de Casa Roque.

      El prestigioso Rafael Andolz recogía en uno de sus escritos (La peña de la corrida, en Cuadernos Altoaragoneses, nº 66) el desarrollo de esta prueba: "Antes se escobaba bien porque los atletas correrían descalzos ya que las albarcas de entonces no se adaptaban bien al pie... El recorrido era de Casa de Roque a Casa de Rubiol y había que tocar ambas puertas en cada vuelta. El mérito estaba allí, en la ciaboga. Un bañador, o simplemente los calzoncillos constituían el atuendo atlético, y una manta para envolver al terminar la corrida suplía la ducha. Algunos se ponían un palito en la boca para hacer saliva, otros llevaban unas piedras en las manos para evitar su hinchazón. Otros, para lo mismo apoyaban sus puños cerrados en ambos lados del pecho".

      A principios de siglo destacaba el andarín Gaspar Vera y, en los años treinta, Antonio Bosqued, en las carreras que se disputaban para la festividad de San Roque. Siempre eran presenciadas por numeroso público.

      La corrida de Murillo de Gállego se disputaba en la festividad de San Bartolomé y eran uno de los actos más importantes de las fiestas. Según los programas, las fiestas quedaban reducidas a las funciones religiosas de costumbre y a las típicas corridas de hombres sueltos unos y puestos en sacos otros, aparte de los bailes que organizaba la gente joven y alegre. En los años veinte destacaban Gregorio Luna, Cándido Castán y Mariano Beltrán.

      En Agüero se colocaban en la meta, como era la costumbre, varios pollos que tocaban al llegar los vencedores, pero, curiosamente, los pollos no se entregaban a los vencedores, sino que se los quedaba el Ayuntamiento. Así lo relataba el corresponsal de La Correspondencia de Aragón en 1910: "Las carreras a pie muy animadas este año por haberlas honrado con su presencia el bello sexo. Para meta, en las carreras que se ha hecho mención, se colocaron varios pollos, que los corredores tocan; pues bien, estos pollos que lógicamente pensando, hay que suponer son entregados a los que ganan las corridas, ya que el nombre de estos lo indica, que se llaman del «pollo chico» y del «pollo grande», son, según costumbre tradicional, para el Ayuntamiento. Días atrás se nos dijo y al oírlo aplaudimos sin reservas, que en quien podía hacerlo existía el propósito de romper con tal costumbre y que serían entregados a los vencedores de las carreras; ignoramos la razón porque tan laudables propósitos no se han llevado a cabo...".

      Las corridas de pollos de Agüero se disputaban unas veces en la carretera y otras en la "era Patía". Se dividían en varias categorías: la "corrida do pollo pequeño", para chicos de 10 a 14 años; "a do pollo grande", hasta la edad de irse a la mili, y la "corrida a choa", en la que podían participar todos.

      En Ayerbe, entre los actos más tradicionales que siempre se han programado en las fiestas en honor a Santa Leticia, figuraban las denominadas "corridas al estilo del país", consistentes en corridas de jóvenes, niños, entalegados o de sacos y de burros. Un día se disputaban en la plaza Baja y otro en la plaza Alta, posteriormente denominadas de Castelar y de Pi Margall. En 1906 la prensa relataba el desarrollo de la corrida de los mozos de la plaza Baja, "que se hallaba rebosante de espectadores alrededor de la pista señalada para la carrera, completando tan sugestivo cuadro con una verdadera exhibición de bellezas que coronaban por completo todos los balcones de la plaza que tienen acceso a la citada plaza". Venció en esta corrida el joven Julio Sarasa.

      Numerosos corredores afamados de la región aragonesa participaron en estas carreras, anunciadas con una trompetilla por el alguacil. En los años diez y veinte destacó el labrador de la villa Marcelino Salcedo; otros corredores fueron Juan Cinto, Baltasar Ena, Lamberto Cinto, Julián Boj, Mariano Añaños, Matías Fontana, Miguel Biescas, Lorenzo Oliván, Marcelino Casas, Manuel Gracia, Enrique Arizón, Manuel Orleáns o Casiano Biescas, del vecino barrio de Fontellas, entre otros. En los años treinta acudieron los mejores corredores aragoneses: Valentín Rodellar, Bautista Peralta, Lorenzo Biela, Pedro Llera, José Hernández, Jesús Yus...

      En Biscarrués también se denominaban "corridas al estilo del país" a las corridas de mozos, de niños, de sacos y de burros con albarda suelta, que se disputaban en la espaciosa plaza Mayor. El premio, en los años veinte, como algún año en Ayerbe, Gurrea de Gállego, Bolea y en otros lugares de La Hoya, consistía de una tarta o "arra" (también denominada en otros lugares "manzana", porque la manzana fue otro de los premios característicos, junto con los pollos) y en metálico.

      También hubo interesantes carreras pedestres en Riglos, Loarre, Loscorrales, Ardisa, Bolea, Puibolea, Aniés, Plasencia del Monte, Esquedas, Lierta, Quinzano, etc.

      Algunos de los corredores más destacados de la zona fueron Nicanor Barranca, de Loarre; Justo Urroz y Lorenzo Biela, de Bolea; José Binué, de Biscarrués; Ramón Usieto, de Bentué...

BIBLIOGRAFIA

GARCIA, Celedonio y ADELL, José Antonio: El pedestrismo en Aragón. D.G.A., Zaragoza, 1987.

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